jueves, 31 de diciembre de 2009

Archivaron la Causa Contra Charly por la Agresión a un Fotógrafo en 2006

 
 
El cantante fue sobreseído de los cargos en Uruguay por "falta de mérito", luego de que declaró en tribunales. Se lo acusaba de haber golpeado en la cara a un paparazzi que lo fotografió a la salida de un boliche con un vaso de vino en la mano. 
 
Charly García quedó absuelto en Uruguay por falta de mérito en los cargos por agresión a un fotógrafo, ocurrido en Punta del Este en 2006, confirmó su abogado Alejandro Balbi.

La decisión del juzgado de Maldonado de archivar la causa se produjo minutos después de que el cantante concluyera su declaración ante el tribunal por haber golpeado en la cara a un paparazzi que, el 3 de enero de 2006, lo fotografió cuando salía de un boliche con un vaso de vino en la mano.

Balbi explicó al portal de Internet Montevideo.com que el juez "entendió que no había mérito como para iniciar proceso" y decidió archivar el caso, resultado con el que Charly García quedó "muy satisfecho".

García declaró ante el magistrado Gabriel Ohanian y el fiscal Carlos Reyes, en el Juzgado Letrado en lo Penal y de Menores de Segundo Turno de Maldonado, en compañía de su abogado.

Según informaron fuentes judiciales el músico se mostró "muy tranquilo y su comportamiento fue totalmente normal" durante la declaración. García, que fue vestido con ropa casual, permaneció media hora en la sala, mientras los periodistas aguardaban su salida para entrevistarlo.

Según la demanda de Carlos Martínez, el fotógrafo involucrado, García se abalanzó sobre él y lo golpeó, fracturándole el tabique nasal y rompiéndole la cámara.

Poco después del suceso, por el que la Justicia uruguaya emitió una orden de captura en su contra, el cantante declaró en un canal de televisión de su país que le importaba "un bledo" esa medida judicial ya que, según argumentó, esa noche Martínez le "tiró quinientos flashes por segundo".

Según relató en varios medios locales, García sacó billetes de su bolsillo ya que, según él, el reportero quería dinero. Cuando el paparazzi fue a agarrar el dinero, Charly le pegó una bofetada "por maleducado y mocoso atrevido", contó.

"El quería que yo le pegue. Te ligaste una cachetada porque te la merecías", justificó el músico que ya estaba involucrado en varios escándalos similares.

A raíz de la denuncia y la petición de captura, García tuvo prohibida la entrada a Uruguay por cuatro años. 


Fuente: Clarin

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lunes, 28 de diciembre de 2009

Deberias Saber Porque!

Luego de las Internaciones en las Distintas Clinicas, y en la Quinta de Palito Ortega, en el 2009 Charly Garcia Presenta uno de sus Nuevos Temas Compuestos Durante su Rehabilitacion de las Drogas. El Tema Fué Grabado Durante su Estadia en la Quinta de Palito Ortega y Colaboran en el Tema Pedro Aznar. El Video Clip Fué Dirigido por Emanuel Ortega, Quien Da su Testimonio de la Experiencia...


Che, si en verdad me tomas en serio
Deberías saber por qué
En el fondo no es un misterio
Deberías saber por qué
Te vas, ahí nomás
Todos van hasta ahí nomás
Ahí nomás.

Che, si te pones la camiseta
Deberías saber por qué
Aunque digas que no me meta
Deberías saber por qué
Te vas ahí nomás
Todos van hasta ahí nomás
Ahí nomás.

Andando, preguntando, discutiendo, caminando
Esquivando tu manera de ser
Gritando, discutiendo, corrompiendo, agonizando
Hasta el día que te volveré a ver.

Che, si es que entraste a mi apartamento
Deberías saber por qué
Es muy fácil decir lo siento
Es muy fácil sentirse bien igual
Bien igual.

Che, si en verdad me tomas en serio
Deberías saber por que...

Video Clip de "Deberias Saber Porque"




Backstage de la Grabación del Video Clip, con Emanuel Ortega Dando su Testimonio.

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sábado, 26 de diciembre de 2009

Entrevista con Charly García

Charlygarcia

Charly García, músico y compositor
Entrevista con el vampiro (abril 2007)


Mano a Mano: García dará a conocer los temas de su nuevo disco -de próxima aparición- titulado Kill Gil.
La tarde-noche sanjuanina es fresca, con un cielo gris plomizo y un aire que empieza a desestabilizar a todos los que caminan por la calle España. Como siempre, en la puerta de “Hugo Espectáculo” hay un grupo de chicos comprando la entrada para el recital de la noche. Es que hace cuatro años que Charly García no estaba por esos pagos y las ganas por verlo eran grandes.

Seguramente, los mendocinos tendrán la misma sensación. No es cosa de todos los días tener al “Padre del rock” en nuestra tierra. Charly García es uno de los músicos más influyentes de América Latina y es necesario reconocerlo. Por eso, cada show del artista debe ser seguido con atención, casi con devoción se podría decir.

Antes de su llegada a Mendoza, Los Andes estuvo en la vecina provincia para hablar con García. Lo que inicialmente era una entrevista pautada terminó siendo una larga jornada junto al músico. 

Primera parte

La charla con Charly García se dio en tres partes. Dos de manera individual -antes del show y durante la cena posterior- y la restante en la conferencia de prensa que ofreció antes del concierto sanjuanino.


El diálogo siempre fue en estado ideal, es decir con un Charly muy lúcido, fresco, dispuesto a hablar a agenda abierta aunque existe un tema al que se trata de esquivar: la relación con su hijo Migue

Todo da a entender que el amor que el padre tiene por su hijo es llevado a puntos de exacerbación que realmente son peligrosos. Incluso, dentro del círculo íntimo de Charly se dice que “García no quiere que Migue pase por situaciones que él vivió y por eso trata de cuidarlo… a su manera”.
La primera parte del diálogo se dio en el camarín, previa a la conferencia de prensa.
“Estaba muy aburrido / en la Mendoza fatal / dije: ¿qué me falta ahora? / solo aprender a volar. / Me tiré por vos”
(“Me tiré por vos”, del disco “Sinfonía para adolescentes”, Sui Generis, 2000).
– Volvés a la “Mendoza fatal”.

Los mendocinos me la tienen jurada desde aquel momento en que les hice pis en una sopera en el viejo hotel Plaza. Hacen cualquier cosa para echarme. La otra vez, cuando me tiré a la pileta, lo hice simplemente porque quería salir y no podía hacerlo por ningún lado porque estaba lleno de policías que me estaban buscando para llevarme detenido por algo que yo no había hecho, positivamente no había hecho. Siempre voy a Mendoza a portarme bien y creo que es ahí cuando peor sale. Es más, fui a juicio y quedó demostrado que yo no había hecho nada.

– ¿Te sentís maltratado?

Espero que el tiempo cambie a la gente y se den cuenta que no me tienen que tratar mal. Hay un montón de gente en Mendoza que me adora y me lo demuestran siempre, pero siempre dije que los mendocinos son muy caretas.
– ¿Tenés ganas de visitar a Lebón?

-No, porque es judío.

Los memoriosos saben que Charly tiene una relación muy especial con nuestra provincia. En 1987, Charly se presentó en Estadio Pacífico y andaba con los cables cruzados. Uno de los pibes le gritó “puto” hacia el final del show y García se le tiró encima. Cuando volvió al escenario, se bajó los pantalones.
Cuando terminó el show, la policía fue a detenerlo a los camarines por “exhibición obscena”. Cuando llegó el momento, el uniformado ingresó al camarín dispuesto a seguir la rutina y Charly le tiró un balde con agua.
“¡Soy un oficial de la policía!”, le gritó el hombre.

Charly le contestó: “¿Y yo qué culpa tengo de que usted no haya estudiado?”
Pero también es cierto que más allá de televisores voladores en los hoteles, de bajadas de pantalones y otros menesteres, esas experiencias quedaron plasmadas en canciones inmortales.

– ¿Habrá alguna nueva canción después de esta visita?

Segunda parte

– Hablemos del nuevo disco.

Son tres años de llevar una grabadora encima y pasearla por todos lados, usarla a más no poder desde baños hasta los estudios más sofisticados del mundo. A mitad de camino me encontré con Andrew Olham -que es el inventor de los Rolling Stones, el que compuso “Satisfaction”- y hablé con él. Me dijo que si no resucitaba Lennon o lo llamaba yo, se quedaba tranquilo en Colombia. El tipo se movió y me contagió una inyección de positividad que me permitió este asunto.

– ¿Por qué “Kill Gil”?

- Porque quiere decir “matar gil”. ¿Cómo se mata un gil?

– ¿Con la indiferencia?

Ésa es la respuesta más común pero Hugo Gatti y Gerardo Sofovich me dieron la justa: “Un gil se mata con otro gil”.

En la presentación de esta noche, Charly García adelantará algunas canciones del nuevo disco, como la versión de “Mirando las ruedas”, del disco “Doble fantasía” de John Lennon, de la que García dice que es una recreación:
“Dicen que estoy loco / haga lo que haga / y me dan consejos / buenos para nada”.
– En una entrevista que aparece en la revista Gente, decís que Palito Ortega te sugirió que presentaras tu nuevo disco en el Obelisco, ¿es así?
Converso mucho con Palito Ortega y ésa es una idea muy buena. Además, te voy a decir una cosa: soy Palito Ortega.

– ¿Por qué?

Porque lo tengo en mis genes. Tocaba música clásica y además escuchaba Palito Ortega. Cuando tenía 9 años escribí mi primera canción que se llama “Corazón de hormigón” y está súper influida por Palito Ortega. Esa canción se la compuse a mi mamá y marcó la tendencia que cada vez que escribía a mis seres queridos no lo hacía de manera optimista.

– Parece que seguís influenciado por Ortega.

Me parece que es una persona que se dio cuenta de las cosas. Tiene una facilidad increíble para hacer hits y una canción de Palito de ayer son diez canciones de ahora de cualquier grupito nuevo. Lo que quiero decir es que lo que antes se tachaba por comercial y enemigo ahora es altamente revalorizado. Yo fui su enemigo pero ahora no.

– ¿Y por qué llegás a esta conclusión?

Porque no aparece nada nuevo y se tiende a mitificar lo viejo.



Tercera parte

La cena es en “Nacho de la Roza”, un lindo lugar en el centro sanjuanino. Sentado al lado de Déborah del Corral, García degusta unos fiambres y un buen tinto.

– Recién, en la conferencia de prensa, dijiste que musicalmente no aparece nada nuevo. ¿Qué te gusta o que te conmueve de la actualidad musical argentina?

-Yo.
– Suena muy egocéntrico.

-Digo la verdad.

– Pero debés tener una explicación.

-Creo que no hay rock, se terminó. No lo hay ni acá, ni en Londres, ni en Nueva York. Ya no hay nadie que quiebre la regla. Bah, uno queda: Maradona.

– ¿Cómo ves a la Argentina de 2007?

-Igual que Nueva York: un asco. Por eso vuelvo a insistir en yo debo ser el rey de la Argentina.

– ¿Monarquía gaucha?

-Es que no creo en la democracia.

– Pero vivimos en democracia.

-Pero acá no le calienta nada a nadie. Los que hablan de la frivolidad de la época de Méndez (sic) y se quejaban ahora se quedan callados cuando es diez millones de veces peor. Ahora es Palermo Hollywood, Palermo Soho. Una pelotudez.
Por Walter Gazzo, Fuente: Soy donde no pienso

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"A la Gente le Gustó mi Esfuerzo por Volver de Donde Muchos no Vuelven"

 Charly agradece “el amor callejero” de la gente. En una extensa charla con Escenario el rockero confesó que ahora le gusta subirse al escenario y no estar pensando en problemas. “Me están empezando a reconocer, ya era hora”, dijo también García. 

Las siete de la tarde de un martes. La hora pactada para la charla telefónica con Charly García. Del otro lado de la línea se escucha un "hola" acatarrado y agudo. Desde el vamos, difícil verlo y oírlo a García respetando días, horarios y pactos. Claro que la primera señal de un Charly distinto no es esta, la de respetar la hora señalada para la charla. Hubo un proceso de largos meses de una rehabilitación dura, cruel... "Te hacen de goma", dice Charly sobre el final de la charla. Sí, hay un Charly diferente y no es necesario verlo para darse cuenta de que es así. Basta escucharlo. Ahora, hasta su voz y sus silencios hablan de un tipo distinto al que alguna vez fue. Ni mejor ni peor. Ni más ni menos bronce del rock argentino. También este es el Charly que se reecontrará con su público santafesino esta noche en el Hipódromo, desde las 21. Allí estarán sus camaradas Fito y Nito Mestre haciéndole el aguante.

"Estoy bien, hoy me van a dar un premio... la vida me sonríe", resume Charly, como flashes de su presente, en el inicio de la charla. Su voz, una antigua cascada adormecida.

—¿Cómo fue el regreso?

—Bastante duro porque al principio yo quería tocar y no podía. De repente un día, cuando junté a los muchachos y empezaron a tocar, se armó una banda increíble... todos amigotes, varios de ellos me hicieron el aguante cuando estaba de Palito (Ortega). Después, el primer show en Perú fue increíble.

—¿En el inicio de esos shows qué te costó más?

—Nada. Tenía la voz bien, estaba tranquilo y el público me dio todo.

—Spinetta juntó a todas sus bandas, ¿harías lo mismo?

—Yo no puedo porque hay gente que está muerta. No me parece... Además, no tengo ganas de hacer eso. La música que estoy haciendo ahora tiene un verdadero aguante. Moro ya no está, María Gabriela (Epumer) no está más, esas cosas me duelen mucho.

—Terminaría siendo algo triste en lugar de una fiesta...

—Claro. Pero apoyo que el Flaco lo haga. Voy a estar ahí.

—¿Te sentís al margen de esa neurosis nacional que señala que Argentina tiene una personalidad bastante autodestructiva ?

—Y mirá... cada país tiene sus cosas. En la gira visité varios países y noté que en algunos había una verdadera efervescencia. En la calle, en los shows. En Quito y Guayaquil estaban todos con sus movicom sacándote fotos. Un poco pesados. Igual noté que la gente estaba más up que acá donde más bien está down. No sé, yo espero no contagiarme.

—Me refería sobre todo a esa cuestión canibalista...

—Sí, pero a mí me están empezando a reconocer. Era hora. En un rato me dan un par de premios Clarín (por el martes) y ya me dieron un Grammy a la excelencia musical en Las Vegas. Algunas cosas vuelven.

—Y tu vida, ¿es más o menos aburrida que antes?

—Es diferente. O sea, uno aprende a suplantar cosas, ¿no? Tengo una vida mucho más ordenada que antes y es lo que va conmigo ahora. Y me gusta subirme al escenario y no estar pensando en problemas.

—¿La perspectiva de dónde mirás ahora la vida cambió?

—Cambió mucho. Me convencí que tengo tela para rato y la gente recibió eso con mucho cariño. Hoy soy un agradecido por este amor callejero que me da la gente, y creo también que a la gente le gustó mucho que yo hiciera un esfuerzo y volviera de donde algunos no vuelven.

—Una famosa frase tuya es que “los únicos que nunca me cagaron fueron las putas y los fans”...

—No sé en qué orden ponerla ahora. Cosas de la vida (largo silencio), en ese momento era cierto.

—También solías repetir “¡soy un genio!”, ¿qué creés hoy?

—Que soy un muy buen intérprete... En el show se nota la transformación. Mirándola desde afuera creo que no soy un genio pero sí un buen compositor de canciones.

—¿En qué pensabas en los peores momentos?

—No sé bien; muchas de cosas que me pasaron estaban anticipadas en mis canciones, pero no era todavía el momento de cambiar. Sólo había una predicción, en otro estado, claro, mucho más caótico pero sabiendo que íbamos hacia esto que me pasa hoy, y que tenía que hacerlo.

—¿Dónde quedó ese caos?

—Está como algo virtual. ¡Quedó como Kill Gil! La he pasado bien también, ¡muy bien! Lo haría de nuevo, simplemente es eso.

—¿Y toda esa industria de la recuperación ya forma parte de tu pasado?

—¡Ja, industria de la recuperación! Todavía la padezco. En algún momento me liberará. Es cierto, es una forma delicada de decirlo... porque te hacen de goma. Bueno... disculpá pero me tengo que vestir para ir a recibir el premio. Chau.

Fuente: La Capital

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miércoles, 23 de diciembre de 2009

Rezo por vos (Spinetta/Garcia)

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El famoso proyecto truncado de Luis Alberto Spinetta junto a el músico Charly García fue sin duda, algo que todos esperaban: un trabajo de dos músicos del Rock Nacional Argentino en un disco sería algo monumental.
  
Inicios

Spinetta y Charly ya se habían visto una vez. Una leyenda cuenta que una vez, Luis vio a Charly comiendo en un restaurante (para esta época ya se había publicado el primer disco de Sui Generis) y se acerca a él y le advierte: "Cuidate, porque vos tenés mucho talento, pero los vampiros te van a chupar la sangre".
Sin embargo en una entrevista a el Suplemento NO en 1992 donde Spinetta y Charly dieron un reportaje juntos, dijeron que esa no fue la primera vez que se vieron. El real encuentro fue en el Estudio Microfon donde Spinetta estaba grabando (época "Spinettalandia y sus amigos") donde Charly se acercó al Flaco con un grabador y una cinta con una canción primaria de él, al que Spinetta le dijo desinteresadamente que estaba buena, pero la respuesta no era la que esperaba Charly quien se desilusionó y nunca grabaría esa canción.
  
Reuniones informales

Más allá de esas reuniones que no tuvieron mucho valor histórico, no fue la última vez que se cruzarían.
En el disco "Yendo de la cama al living" (1982), las canciones "Vos también estabas verde" y "Canción de 2x3" incluían un solo de guitarra del Flaco. "Peluca telefónica" (compuesto por Charly Garcia, Luis Alberto Spinetta y Pedro Aznar) incluye también por parte del flaco, un solo de guitarra con su voz.
En 1984, para el disco "Piano bar", la canción de cierre, "Total interferencia", era un tema de ambos. Según Fito Paez, "Total interferencia parece como si fuera una especie de emblema argentino".
   
Spinetta Jade - Seru Giran, Recital en Obras

 
A raíz de una nota publicada en 1980 por la revista “Hurra”, en la cual se planteaba la tan habitual “dicotomía antagónica” entre Spinetta - García, cual si fueran los “River y Boca” del rock nacional, ambos músicos con sus respectivas bandas (nada menos que Spinetta Jade y Serú Giran) brindaron un show memorable en conjunto en el estadio Obras.
En setiembre de 1980 Spinetta Jade pisa por segunda vez el escenario del Estadio Obras para realizar un concierto junto a Serú Girán, considerado "el evento musical del año". Era un hecho histórico que dos grandes grupos estuvieran simultáneamente en el escenario. El show comenzó con Spinetta cantando el tema de Sui Generis "Cuando ya me empiece a quedar solo". Luego, de la oscuridad, surgió Charly con el tema "Que ves el cielo". Bajo un clima enfervorizado, Lebón interpretó "Música del alma" y luego entraron todos los demás: Aznar y Moro, por un lado, Spinetta, Pomo, Satragni y Rapoport y Del Barrio por el otro. El recital se cerró con los dos grupos sobre el escenario interpretando "El mendigo en el andén" y "Crisálida".
La actuación de Spinetta Jade fue muy aplaudida, pese a su difícil estilo. Fue notorio el esfuerzo de Spinetta por lograr mayor simpleza en su música, para que el público de Obras pudiera entender su mensaje. Serú Girán, en cambio, fue ovacionado desde el comienzo, dejando en evidencia el increíble «feeling» que tenía con la gente.
   
"Como conseguir chicas"


Ese iba a ser el nombre del disco de ambos (que luego Charly usaría para un disco propio de 1988) que incluiría las siguientes canciones (las más conocidas, hay demos de otras canciones que serían incluidas en el disco):
  1. Rezo por vos (esta canción fue grabada por Charly para "Parte de la religión" y por Spinetta en "Privé". En el compilado "Grandes éxitos" de Charly, aparece la famosa versión de ambos)
  2. La Pelicana y el Androide.
  3. Una Sola Cosa (ambas aparecen en Privé).
  4. Hablando a tu corazón (incluida en "Tango" de Charly Garcia/Pedro Aznar).
Rezo por vos, Spinetta dijo que era una creación más de Charly que de el. 

Ruptura, final y consecuencias

En pleno cenit del proyecto, ambos músicos tocaron en el programa "Cable a tierra" la canción Rezo por vos. En plena canción, reciben un llamado telefónico donde el departamento de García se estaba prendiendo fuego (y quemé las cortinas/y me encendí de amor). A raíz de esto, Spinetta se sentía culpable por el incendio, a tal punto que Charly, molesto con la "pesadez" de Luis, le arroja un cenicero. El proyecto había terminado.
Luego del fatídico año, ambos trabajaron en sus materiales solistas:
  • Spinetta lanzo Privé ("privado de"), su primer disco donde utiliza máquinas de ritmo (de hecho, Charly le prestó a "Rucci", su vieja batería electrónica) donde además de dedicarle una canción a Charly (Pobre amor, llamenlo), incluyó 3 canciones aportadas para el proyecto.
  • Charly, en cambio, optó en Parte de la religión quedarse con "Rezo por vos", además de apropiarse del título del disco para uno propio de 1988.  
Reconciliacion


Para el recital de Charly García en Vélez el 23 de octubre de 2009, el día de su cumpleaños, al momento de tocar "Rezo por vos", se la dedicó a su "Amigo y maestro", Luis Alberto Spinetta, que acto seguido subió al escenario y tocaron el tema juntos.
El 12 de noviembre del 2009, Charly y Spinetta se volvieron a juntar para tocar en un bar de forma íntima para presentar lo que sería el recital de Spinetta en Vélez.
Spinetta ha logrado llevar a familias enteras a sus recitales, manteniendo un público de todas las edades. En cambio Charly por su estilo músical y personalidad se volvio más popular entre seguidores adolescentes.

Fuente: Wikipedia


Rezo por Vos,  Version del Estreno de la Canción en Año 1985 en el Programa "Cable a Tierra"




Rezo por Vos, Versión 2009 de la Canción, en el Anticipo del Recital de las Bandas Eternas de Spinetta en Velez

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Entrevista por los 50 Años del Maestro!

Charly García: Volver al futuro
Por Sergio Marchi

Seamos francos: fueron pocos los que pensaron, allá a mediados de los años 90, que Charly García podría siquiera ingresar al nuevo milenio. Amigos, aficionados, o meros espectadores de las noticias con que García alimentó la insaciable voracidad de la prensa amarilla, coincidieron con el diagnóstico: "a este paso, no llega a los 50". Y, como siempre sucede en estos casos, García lo hizo una vez más. Desafiando toda lógica, sin cambiar de andén ni de tranco, Charly García ha alcanzado el medio siglo de vida, y él es el primero en bromear sobre el asunto. "¡50 años de Charly García! Aaaaaarrrggghhh!!!", exclama y pega una risotada.


Chistes aparte, el tema no es llegar, sino cómo llegar. De qué manera, y en que estado. Cincuenta años es una edad muy poco glamorosa para una estrella de rock and roll; sea por viejos o por estrellas, todos quieren jubilar a los veteranos. Los imberbes que vienen detrás, con la intención de ligar el trono con poco esfuerzo, los periodistas ávidos de figuritas nuevas que pegar en el álbum, las compañías grabadoras que ya los tratan como material de catálogo o los empresarios que ya no pueden engañarlos como si fueran unos Backstreet Boys cualquiera.


Hay un pequeño problema: los cincuentones rockeros se resisten a ingresar al asilo de ancianos. Uno comprende que no será tarea fácil que a este Charly García de medio siglo le cuelguen la chapita del geriátrico, y que es probable que él sea el que mande a algunos más al retiro que le tienen reservado. Botella de whisky al alcance de la mano, teclados a los pies de la cama y una extraña serenidad para la reflexión -¿será la edad?-, Charly se revela en esta charla con una lucidez que no pocos consideraban definitivamente extraviada.

Su rapidez de reflejos hará que, apenas embebido de las nuevas cuestiones de la guerra bacteriológica, ya aplique un nuevo léxico a su nuevo proyecto discográfico, "Dos Edificios Dorados", surgido de una casualidad que no es nueva. Ya le había pasado a Charly el estar cantando lo que iba a pasar. Así como en 1994 cantaba "algo va a caer", y poco después sucedió el atentado terrorista contra la AMIA, de algún modo estuvo conectado con el avionazo al World Trade Center, entonando una vieja canción de David Lebón. Dicha coincidencia y la magnitud del hecho torcieron el destino de un disco que estaba orientado a ser instrumental. Una vez más, la antena García capta y retransmite más rápido que la de cualquier otro artista. Pasen y lean.

-Evidentemente te pegó bastante lo del atentado a las Torres Gemelas.
-Sí, como a todo el mundo, creo. Me pregunté que hubiera pasado si un avión hubiera chocado contra nuestro Obelisco: todos hubiéramos sentido una cosa fea, como una patada en los huevos. Stockhausen dijo que el atentado había sido una obra de arte y... le suspendieron todos los conciertos. Pero hay una parte de verdad en lo que dice este músico vanguardista. De hecho, todas las películas de Hollywood tienen que ver con destrucción y explosiones. La destrucción de Nueva York la vimos quinientas mil veces. Sin ir más lejos, en Armageddon, la película con Bruce Willis, las Twin Towers son atravesadas igual. Entonces, en el primer momento pensás en la gente que está ahí; te ponés en ese lugar y decís: "¡La mierda! ¡Qué horror!". O te imaginás el flash del tipo que va en el avión y se va a estrellar contra la torre.

Después empecé a escuchar algunas voces que tomaban alguna distancia del hecho, lo veían como una cosa histórica y decían que Estados Unidos se lo merecía. Desde el punto de vista personal y humanitario, las reacciones de espanto son imediatas; pero después que pasó un tiempo, lo que queda es como que la guerra es un show. Esto no hubiese sido filmado nunca, ni por la más descabellada producción hollywoodense, y sucedió igual que en los films. Los detalles, las cosas, parecía retocado virtualmente. Increíble.

¿Dónde estabas cuando sucedió el atentado?
-Estaba en el estudio; justo, tocando "Dos edificios dorados", el tema de David Lebón, y viene alguien de afuera y nos dice que se cayeron las Twin Towers. Nadie le creyó, pero en el estudio de Fito (Páez), Circo Beat hay una pantalla en el medio de los monitores. Y ahí lo vimos; inmediatamente lo comenzamos a grabar y registramos lo que estaba diciendo Cesar Mascetti, creo. Así me enteré. Y me hizo acordar un poco a cuando estaba grabando Yendo de la cama al living, con "No bombardeen Buenos Aires" cuando se venían los británicos.

Un estudio de grabación parece también un bunker, un refugio anti-atómico, y tiene como un agujerito donde uno mira la realidad que está lejos; por el grosor de las paredes, por la división que tiene, uno piensa que está aislado. Es un lugar donde no pasa el tiempo, uno ya se olvida si es de noche o es de dia. Asi que... la canción tomó otro sentido, completamente.

A mí siempre me pareció que "Dos edificios dorados" tenía un mensaje, no satánico, pero sí como mesiánico. Yo estaba cuando Lebón la compuso y el tema no se iba a llamar así. Recuerdo que estábamos con la esposa de él de aquel entonces, Liliana Lagardé, y que estaba poniendo los títulos. En esa época, año 1973, más o menos, había una ley de SADAIC por la cual ningún tema podía repetir un título que ya estuviera. Y como los que él tenía ya habían sido usados, les ponía cualquier cosa. Ese se llama "Dos edificios dorados" como podría haberse llamado "Dos dulces de leche blandos". Otro se llama "32 macetas". Si yo no hubiera estado ahí y supiera como es la cosa, pensaría que es mentira. Pero aún así, el tema sigue teniendo para mí como una pátina de anticipación, de adivinanza, de cosa medio rara.

Así que dejé la voz del noticiero, algunos efectos de sonido, a Claudia Puyó cantando al revés, usé mucho vari-speed, subía y bajaba la velocidad de la cinta para lograr voces increíblemente agudas o increíblemente graves. Y así fue quedando la cosa.

-¿Y cual es ahora el sentido del disco?
-Todo el disco lo armé como una película mía; yo siempre le pongo una historia al disco, no sé si para conformar mi sentido de unidad, supongo que será un poco por eso, y otro poco para que tenga un sentido real. Pero siempre es velado, el oyente nunca sabe toda la historia. Puede tener alguna pista de lo que puedo llegar a estar queriendo decir; pongo algunas referencias que aunque sean muy subjetivas, te dan un marco; igualmente las líneas entre lo que es realidad o fantasía no están del todo claras.

Supongo que el disco comenzará con un tema nuevo que se llama "I'm not in love". Y me imaginé que si ese tema fuera un clip - la canción habla de alguien que está andando por las vias del tren-, el protagonista podría ser un héroe musulmán y lo mezclé con Armageddon, entonces Liv Tyler vendría a ser la novia del afgano o lo que fuera, que va a perforar las Twin Towers. Es como una canción de amor y a la vez, lo que dice, es "lo único que quiero es no ser como vos". Es que las personas son tan diferentes. Un musulmán no quiere ser como nosotros, y evidentemente nosotros no queremos ser como ellos. Es tan irreconciliable la diferencia que uno hace ese tipo de cosas. La canción también dice "para aburrirme prefiero sufrir, para venderme prefiero morir, lo único que quiero es no ser como vos". Aclaro que la canción la compuse antes. 


-De manera que el sentido cambió bruscamente.
-Hay otra canción que creo que se va a llamar "Música de película sordomuda". Cuando se la mostré a una fan me dijo que parecía la música de una película sordomuda, y justo estaba leyendo sobre la colonización de Estados Unidos e Inglaterra en Africa, a principios del siglo pasado. A los aborígenes, para colonizarlos, les daban sesiones de cine; por un lado para entretenerlos y por otro, para mostrarles el imperio, que ellos se sientan como el orto (risas). Muchos eran musulmanes, y como su religión les prohibe dibujar personas o la representación de figuras humanas, veían las películas con los ojos cerrados. Imaginate, ¿en donde podemos tener contacto con gente que ve las películas con los ojos cerrados? O nosotros, que haremos alguna otra cosa que para ellos será tan descabellada como mirar una película con los ojos abiertos.

-¿Estás al tanto del ántrax o del bioterrorismo?
-Mirá, creo que un poco por cagazo y otro poco por fiaca o porque esas cosas pasan en otros países (risas), no me enteré demasiado. De alguna manera, no sé si adhiero, pero eso pasa por el principio de acción y reacción, como que parecería que ellos tienen la culpa que les pasen esas cosas. Es algo hiperdiscutible, igual.

-¿"Un vicio más", uno de los nuevos temas, de donde salió?
-Es mi tema... ántrax (risas). Estaba boludeando en la cama, como siempre, con el teclado, y salió espontáneamente. De hecho lo dejé, porque me parecía demasiado simple y que ya debería estar hecho. Cuando me puse a hacer la letra, salió lo de vicio, Vicius, y como no estaba influenciado por ningún tema de los Ratones Paranoicos, de ahí salió el concepto central. Me pasó algo similar con "I'm not in love", que después me enteré que había una canción de 10cc que se llamaba igual, pero si lo hubiera sabido no hubiera hecho el tema que se llama igual pero es completamente distinto. En "Un vicio más", las palabras se empezaron a ordenar, y me dieron la idea de un tipo que le habla a una chica y que se pone en el lugar de un vicio en la vida de ella. Y que ella no lo puede dejar, porque a un vicio es muy difícil dejarlo. El le dice ¿porqué no me dejás?, porque a lo mejor el vicio está cansado de estar en esa vida ajena. También dice "contale a tu mamá, que ella también tiene vicios". Es una cosa obvia, pero que está buena decirla de esa manera. Es como de culpable a vicioso, en la canción, uno pasa a ser el vicio, que es una cosa como que el que podría increparte, en realidad te está usando. Quedó muy creíble.

-¿Tuviste algún vicio que alguna vez hayas querido dejar?
-Seguramente lo dejé, pero estoy tratando de acordarme qué.

-"Yo tengo un vicio que no puedo dejar/ de poner mi cabeza en Marte". Eso lo cantabas en "Necesito tu amor".
-Y, el amor es como un vicio. El amor da mucho para hacer letras de canciones. La falta de cordura que uno puede experimentar con las drogas, con el alcohol, o con el amor, que es una cosa que te emborracha y te puede llegar a pegar mal. En esta nueva canción digo que para aburrirme prefiero sufrir: tienen que ver las dos con la idea de que es mejor estar intoxicado de amor, ponele, que caer en el aburrimiento de los que no están enamorados. Mucha gente no se enamora por miedo. Estaba leyendo recién, antes que llegaras, unas letras de tango que dicen que "el miedo es al pasado". Que el pasado se repita, como una mina que cagó a un tipo. "Volver, con la frente marchita". 


-O "no me atraparán, dos veces con la misma red", que es de "No soy un extraño", una suerte de tango tuyo.
-Sí. Bueno, después de los de las Twin Reverb Towers, creo que estoy desarrollando una malsana teoría: "el futuro vaffangulo". Y yo que decía que el futuro era esto, lo otro. ¡Viva el pasado!

-Bob Dylan dijo hace poco: el futuro es una cosa del pasado.
-Sí, cierra, totalmente. El futuro es una cosa del pasado... está bueno. Uno a veces piensa "bueno, voy a disfrutar más esta mierda que es el presente, y a revalorizar todo lo que pasó". O sea: voy a dejar de engañar a mi novia del pasado con la otra del futuro, y la voy a ver bien y linda, y me quedo acá. Algo así. Yo pensé y dije un par de veces que todo se iba a dar vuelta: me agarró una época en que pensaba que el Norte iba a ser el Sur, que los pobres iban a ser ricos, que los negros iban a ser los blancos, que ser cristiano y católico iba a estar todo mal. Esto jugaba en mi cabeza desde un día, en que yo iba caminando por una calle de Río de Janeiro, vestido elegantemente, como cualquier turista, a las seis de la tarde, y un mendigo que estaba en la vereda de enfrente, en la Copacabana, que es una calle muy ancha, se cruzó toda la calle solamente para darme una patada.

-¿Te conocía?
-No, para nada. Yo solo lo miré al tipo, y creo que contactamos miradas, y para mí me vino a pegar porque me vio como un yanqui. Por estar ahí, nomás. En Río, el choque de culturas de muy patente: tenés todo lo más moderno y lo más antiguo, al mismo tiempo. Allá nadie vive sin su esclava. Hasta Zoca, mi novia brasilera de aquel momento, también tenía su empleada que cocinaba, y aparentemente no hay kilombo, se vive en armonía. Pero también sentís que es lógico que venga un tipo y te pegue una patada, ¿porqué siempre ser blanco va a ser "in" y ser negro "out"? El tipo que me pateó era negro. Uno tiene su cosa igual al oprimido: somos pobres, tercer mundistas, oprimidos, pero por otro lado un tipo blanco, como yo, tiene sus cosas en donde sos igual que los imperialistas cerdos, asquerosos. ¿Y si volvemos a la música?

-¿Cómo vas a armar este disco que tiene tantas cosas distintas? Hay canciones, segmentos de piano solo. Además tenías el proyecto de las canciones de Titanes en el Ring, Cerebrus, con Pipo Cipolatti.
-El disco de piano solo, y Dos Edificios Dorados, vendría a ser lo mismo. No se si lo voy a dividir, ese es el asunto. Cuando cayeron las Twin Towers, lo que hicieron también fue quebrar el disco y lo llevó para otra dirección. Con las dos cosas estoy tratando de armar un concepto, donde puede haber mucha música instrumental, lo que está bueno, y estas canciones de las que te hablaba.

-¿Porqué querías hacer un disco de piano solo?

-Yo no quise, me vinieron con la idea y no me pareció muy atractiva, porque estaba con mi época de "pared de sonido", en la que me gusta más regrabar que grabar. Además pensé, "muy bien, un disco de piano solo, ¿y qué voy a tocar?". Finalmente, me enfrentaba al piano, y grababa espontáneamente cosas. Algunas fueron más o menos felices, pero de a poco me logré soltar, y dejó de parecerme que el sonido de un piano solo era muy poco, que tenía que poner otras cosas. En el medio, llegó la guerra, las melodías tipo canción, y dije "vamos".

Alguien me dijo algo que me copó, que el disco tenía que ser tipo Sometime in New York City, de John Lennon. Me quedó eso, lo de hacer un Say No More News, pensar en hacer la tapa como un diario como en el disco de Lennon. Pero no sé todavía. Lo estoy cocinando. 


-Retomemos lo que decías de tu consigna a favor del pasado. De hecho, es coherente con lo que hiciste en los últimos tiempos: la reunión de Sui Generis, el disco Sinfonías para adolescentes, que tiene versiones castellanas de muchos temas viejos que vos escuchabas cuando eras más joven. ¿Qué estás buscando en el pasado?
-Solidez. Uno siempre se pregunta si lo que hace es realmente bueno, y en que cosas uno puede ser falluto o en que cosas uno no llegó a lo que quería ¿no? Entonces cuando ves que tenés un montón de cosas hechas y te ponés a hacer temas viejos, a ensayarlos, ves muchas cosas de las que vos mismo te burlabas y ves que al final estabann bien. Entonces, vaffangulo.

-¿Con qué cosas te pasó concretamente?
-No sé, pero en la época en que se decía que la moda era Sui Generis, que era solo un grupo para adolescentes y qué se yo, hasta uno mismo la creía. Y ni siquiera se había tomado uno el trabajo de escucharlo de nuevo. Después pasa esa moda de decir eso, entonces Sui Generis ya era la vanguardia del tercermundismo.

-Entonces creías que estabas haciendo moda, te transformaste en vanguardia, y ahora sos historia.
-Sí, la historia rebota y vuelve para atrás. Creo que el mundo se transformó en un gran café, todos mirando el agujero de las dos torres, y todos haciendo un Polémica en Wall Street. Creo que este disco mío nuevo va a ser uno de los primeros de war music.

-Y en esa mirada al pasado ¿cómo ves las décadas musicales desde tu presente?
-Bueno, Chuck Berry, el viejo negro verde cumple 75 años. De hecho yo estuve grabando con Tony Sheridan (músico inglés que grabó con Los Beatles como banda de acompañamiento, poco antes de la fama), que es un cacho de historia. Estaba grabando y me llamó el Sargento Cardozo, que es el único policía que ejerce de policía y de rockero al mismo tiempo, y me dijo que estaba Sheridan acá. Y me convenció de ir a verlo, porque yo iba a ir a otro lado a zapar, pero lo puedo hacer otro día, en cambio este encuentro era ahora o nunca. Fui a verlo, muy respetuosamente me ubiqué a un costadito del escenario hasta que subí a tocar, o sea que el primer diálogo fue musical. Después siguió el diálogo de bar, y después siguió hasta que un día apareció en el estudio y se quedó como dos dias viviendo conmigo, hasta que lo llevé al aeropuerto.

-¡Lo mismo que te pasó con Evan Dando, de Lemonheads!
-Sí, totalmente, parece que soy un buen anfitrión. Sheridan me cayó bárbaro; un viejo un poco gruñón, sentencioso, malhumorado, muy simpático, y de buen paladar. No le pude sacar muchas anécdotas de Los Beatles, porque aunque vino para la semana beatle en Argentina, no le gusta que le hinchen mucho las pelotas preguntándole siempre lo mismo. Yo le pregunté si había visto algo especial en ellos cuando los conoció, y él me contó que ellos habían trabajado para él, que le compró el primer bajo a Paul McCartney con el cual había compuesto una canción que quería grabar conmigo. Y ya estábamos en el aeropuerto, se quería volver al estudio. Le pregunté "¿y John Lennon qué tal?". "It's OK", me dijo. Un poco parco en eso. 


-¿Cómo viviste vos los años `60?
-Estoy de acuerdo con Woody Allen que dijo que la civilización termina con el lanzamiento de "I wanna hold your hand". De ahí para adelante, no se sabe que es. Y con otra cosa que leí que decía que los 60 comienzan en 1965, hasta 1975, más o menos. Bueno, yo la viví a full, porque fui estudiante de un colegio pseudo-militar, mixto, comprando "Nowhere man" en la esquina del colegio, fumando cigarrillos que vendían de a uno en el kiosko, yendo a mis primeros recitales, haciendo mis primeras bandas. O sea, tuve la suerte de ser una espora más del ántrax de la revolución, digamos, juvenil, o musical, que tuvo en Los Beatles sus máximos exponentes. O sea que para mí fue hiper positiva, y el que estuvo ahí tiene como la nostalgia de quien en la vida ha hecho cosas mucho peores que en los 60, pero no con tanto entusiasmo.

-¿Y los 70?
-Y, como dice Pappo, si hubiera nacido en los Estados Unidos hubiera tenido aviones privados, limusinas y qué se yo, pero de alguna manera las tuve y también fui parte de la corrupción del rock. Empecé a vestirme con brillos, a bailar en el escenario, insistí en que mi profesión era ser estrella, no músico. ¡Lo conseguí! Convencí a varios. Para mí, cuando aparecieron los sintetizadores y el rock se volvió progresivo, fue otra cosa. O sea, venía del flower y de todo eso, pero se puso medieval el asunto. Estaba mirando como nos vestíamos, y era increíble. Me puse todos los trajes.

-Curtiste esa época, pero La Máquina de Hacer Pájaros, que es lo más "progresivo" que hiciste, no imperaba esa onda medieval.

-No, era ridículo (risas). En La Máquina ya había sido contagiado por el virus de la Mahavishnu, Chick Corea, la música más difícil que se puede poner en un disco de rock. Viaje a la séptima galaxia, era ya más espacial. Ayer estaba viendo un video de Yes, Close to the edge, los Océanos Topográficos, esos sí que eran medievales, y después se iban en una nave espacial (risas). Lo que mata de La Máquina es la idea de canciones contestatarias, o de protesta, o qué se yo como se puede decir, hechas en un estilo progresivo jazz fusion, con diez mil cortes, y que pegara. Pegaba porque decían las cosas que yo digo, con la intención, el estilo, pero en ese momento las bandas estaban en otro país o cantando para tres personas en un sucucho todo mal. Habían dos cosas que funcionaban en ghettos: los de la protesta, que protestaban entre ellos, y los super virtuosos que se ajustaban a tocar en un galpón. Ojo que tipos como Pedro Aznar salieron de esos grupos a los que llamábamos "azotas" (por azotea, debido a la música más mental que hacían esas bandas). Lo piola fue que yo componía cosas largas, dejando espacio para arreglos, ideas, etcéteras, yo les daba la forma, y las letras eran más Steely Dan, como "El vendedor de las muñecas de plástico" o "Qué se puede hacer salvo ver películas". Es todo una mano glamour.

-¿Cómo fueron los 80 para vos?
-El jabonazo. Nos juntábamos en la casa de Pipo Cipolatti, pasábamos todos por el baño con nuestras camisas negras, pilotos negros, todos los chiches, y nos poníamos jabón en el pelo, y lo peinábamos para arriba. A las seis de la mañana parecía caspa, que se caía todo el jabón derretido (risas). Una época muy rara porque, aún dentro del estilo "me siento mal" y abúlico, pálido, había una gran comunión entre los músicos. Había mucha gente que estaba por ahí cerca y usaba todo eso para "jabonearse", para ir a bailar, para hacer música. Los darks, por ejemplo, conmigo no tenían ningún tipo de toco. ¡Si yo vampireé también! A mí, convertirme en dark y disfrazarme un poco, no me costó nada. 


-Y tus discos de esa época eran más bien alegres, como Clics Modernos o Piano Bar.
-Sí, pero también tenían la dosis necesaria de jabón que tenían que tener.

-¿Y los 90?
-Los noventa son tan raros, loco. Yo no sé si será la edad, pero los noventa.... Vos me preguntás por la música de los noventa, y yo no sabría decirte. ¿Para vos cual es?

-Para empezar, Nirvana y Radiohead.
-Bueno, yo escuché Kid A y me gustó. Pero los noventa como década... como decadencia... Nirvana está bien, pero es un grupo que duró dos discos y un revolver, y siempre pareció más una promesa que una realidad; vos sabés que cuando murió Cobain, me teñí el pelo y me fui a cantar por ahí, me copan, no es que los desprecie. Pero el fondo de los noventa, se me hace que es más por el lado de una música tipo Radiohead, o una mezcla de Brian Eno con algo tecno.

-¿Y lo tecno como te cae?
-Mirá, a mi me sigue dando como vergüenza ajena cuando los disc-jockeys dicen que tocan o componen. ¿Eso qué es? Como músico, ver una cosa que es horrible y te la hagan pasar por música... Por ahí, yo soy muy clásico, pero la música, por definición, se compone de tres elementos: armonía, melodía y ritmo. La música tecno solo tiene ritmo, carece de armonía y de melodía. Entonces, está bien para los aborígenes, pero me parece música para descerebrados. Si me quiero drogar, un ratito está bien ahí. Para mí es música de droga, y música de discoteca. No sé: tanta felicidad falsa me da asco.

-¿Y qué va a pasar con los 2000?
-Me gusta ver a la juventud vivir su esclavitud con tanta libertad.

-¿Y con los cincuenta años que portás desde ahora como te llevás?
-Y, me pegan a lo Erik Satie: "me dijeron 'ya vas a ver cuando tengas cincuenta años'. Tengo cincuenta años y no ví nada".

-Pero en realidad vos has visto mucho.
-Yo estoy en mi propio terreno histórico, disfrutando de la época de Sui Generis, y la época de Charly. Yo no me siento para nada un tipo de cincuenta años. Eso, por un lado me da terror, y por el otro me da mucha pila. Estoy un poco impresionado por esto de la edad, pero bien impresionado.

-¿Te acordás cuando cumplías cuarenta y pico y te deprimías?
-Creo que siempre me voy a deprimir en los cumpleaños. Pero este está bueno: lo voy a festejar en el Teatro Coliseo, el sábado 27 de octubre, y seguramente en el medio haré algo en el Say No More Bar, que anda bárbaro. Yo voy poco y a tocar: es un bar de fans, no me da para ir todos los dias. Y ya me agarré a trompadas, ya me hice amigos. Está bueno. Cuando voy impongo órden, hago abuso de poder, etc, etc.

-¿Está bueno ser rey?
-Sí, es un poco como ser ciudadano del planeta Tierra, con las dos Towers ahí. Es lindo, pero sabés que va a durar poco.

-¿Te imaginás volviendo a Nueva York?
-Sí, me veo. Yo a las Torres Gemelas las veía desde el Washington Square, pero para mí Nueva York terminaba un poco ahí. A esa parte nunca fui, ni tampoco a la estatua de la Libertad. Espero que la ciudad siga viva;, creo que más allá de cualquier ideología o gusto político o conciencia social o whatever, esa ciudad es una de las cosas más impresionantes que hay en el mundo, y realmente es uno de los lugares donde uno, sobre todo si es rockero, se puede sentir pila todo el tiempo. Y sentir la misma sensación que puede tener otro mirando un paisaje super lindo en el Caribe.

-¿Hay futuro en la Argentina?
-Creo que la Argentina nunca va a tener futuro. Cuando llegue el futuro, para la Argentina va a ser el presente. Say No More.



Fuente: Terra

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martes, 22 de diciembre de 2009

Charly García: Llega el concierto subacuático

Registrado con la más alta tecnología, saldrá a la venta el DVD del show que ofreció Say No More en Vélez.

"El concierto subacuático" de Charly, al cine

Grabado enteramente en high definition con 18 cámaras y un equipo técnico de 100 personas, el próximo 18 de diciembre saldrá a la venta Say No More Impermeable: El Regreso Subacuático, el DVD que registra el concierto que ofreció Charly García en Vélez el pasado 23 de octubre.

A la velada acudieron casi 40.000 personas que vibraron (y se empaparon) al ritmo de clásicos de la talla de “Cerca de la revolución”, “Demoliendo hoteles”, “Promesas sobre el bidet”, “No voy en tren” y “Yendo de la cama al living”, entre muchos otros.

El lanzamiento incluirá el dueto histórico que protagonizaron Charly y Luis Alberto Spinetta, cuando juntos interpretaron “Rezo por vos” en medio de la tormenta, lo cual le dio un tono épico. También, se podrá escuchar la versión live de la nueva canción, “Deberías saber porque”.

Más allá de la edición estándar en DVD, se espera que en los primeros meses del 2010 el show llegue a las bateas en el novedoso formato blu-ray. Por lo pronto, la semana que viene y después de mucho tiempo, Charly volverá a ilustrar las bateas de novedades.

Lista de temas que incluirá el DVD

El Amor Espera
Rap Del Exilio
Cerca De La Revolución
Chipi Chipi
Fanky
Demoliendo Hoteles
Promesas Sobre El Bidet
Rezo Por Vos (con Luis Alberto Spinetta)
Yendo De La Cama Al Living
Canción De 2 x 3
Pecado Mortal (Nos Siguen Pegando Abajo)
Influencia
Llorando En El Espejo
Raros Peinados Nuevos
Me Siento Mucho Mejor
Símbolo De Paz
No Voy En Tren
Deberías Saber Porque
Rock&Roll Yo
No Toquen
No Se Va A Llamar Mi Amor


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lunes, 21 de diciembre de 2009

Charly García: parte de la religión

Clarín compartió el backstage en el Luna Park  Habló de que quiere sacar un disco en inglés. Y le propuso hacer una serie de dibujos animados a Adrián Suar.



IDOLATRADO ROBERTO PETTINATO, COMO TANTOS A LO LARGO DE LA NOCHE DEL LUNA, SE ACERCA A SALUDAR A GARCÍA. 


De aquel Mefisto indomable a este angelito con alas mojadas, ha pasado mucho más que internaciones, reposo bucólico en el lejano oeste, regresos más o menos apresurados. Este hombre es otro hombre, y ese otro hombre está feliz y sereno, pero, dice, un poco aburrido. Sentado en un rincón sombrío del backstage, le dice a Clarín que de algún modo su mente relaciona este premio a la Trayectoria con el de la Excelencia de los Grammy latinos que recibió en Las Vegas el mes pasado. "Me interesa también que esto sirva para mirar hacia el futuro... sino la cosa se vuelve medio fúnebre".

Vamos al futuro entonces. Las preocupaciones extramusicales van cediendo, y el cuento del artista que regresa de la muerte se transforma en clisé. "Sí, basta. Ahora estoy pensando en hacer cosas muy diferentes. Quizás saque finalmente Kill Gil, el disco que me subieron a Internet; quizá edite un disco todo cantado en inglés...".


¿Por qué en inglés?

Bueno, mis primeros canciones fueron en inglés, como las primeras canciones de Litto (Nebbia), de Luis (Spinetta) Y aparte... ¡quiero ir por el Grammy Grammy! Todo bien con el Grammy latino, pero es la puerta de servicio. Yo quiero penetrar en la mente del norteamericano medio".

Cuenta cuánto le gustaba Pescado Rabioso ("lo fui a ver varias veces... y eso que yo ya era Charly... o, mejor dicho, Charlie") y da cuenta de sus ganas de participar del concierto de Spinetta del viernes.

La ceremonia llega a su fin, García fuma como en un tango y uoops!... aparece Adrián Suar. "¡Maestro!", grita El Chueco y lo abraza. Charly le cuenta una idea en forma de pregunta: "¿Por qué no producís una serie de dibujitos animados con mi imagen?" . "¿Con tu vida?", replica Suar. "No, con la fantasía que tiene la gente de mi vida. Una cosa graciosa, entre los dibujitos de Los Beatles y Los Simpsons... Así, que venga un tipo y me agarre la nariz y mi nariz se estire...".

Suar se queda pensando.

A su manera, García disfruta de todo. Se acerca el Zorrito von Quintiero, habla de Boca, de voltear a Bianchi y "que venga Guillermo". Corre el champagne. Todos miran a Charly, todos quisieran saludarlo. Pocos se animan. Pablo Rago se anima. Maestro es la palabra que se repite en la reverencia.

El Maestro se va a su casa con dos premios: Figura de rock y Trayectoria. Aún ralentado, sedado, aplacado, García no pierde esa inteligencia cínica y feroz que fue su sello en los años de Mefisto. El brillo asoma como memoria emotiva. "¿Viste Rolling Stone? Estoy con Luis?". Nadie deja de mirarlo. Más: lo escudriñan. " Se preocupan mucho por mi vida. Pero no es mi vida. Es la fantasía que se hacen de mi vida".«

El sábado se presenta en el Hipódromo de Rosario. Será la última actuación de un año agitado. Invitados: Nito Mestre y Fito Páez.

Fuente: Clarin

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domingo, 20 de diciembre de 2009

Charly Vivo y Recuperandose


Estoy verde: Charly descansa en el campo

17-12-2008 / 
Después de sus internaciones, primera entrevista con el máximo símbolo del rock nacional.
Por Alex Milberg

Mientras los amigos lo esperan en el quincho, Charly García pasea por el sendero que lleva a la capilla de la familia Ortega. Es un camino de piedras rodeado de robles y eucaliptus, ideal para una peregrinación. Y aunque García no viene de rezar, la imagen igual es milagrosa. Con pantaloncito corto y zapatillas sin cordones, el máximo símbolo del rock nacional que hace seis meses demolió un hotel en Mendoza, padeció dos internaciones psiquiátricas y otra por una neumonía, apura el paso a pedido de su personal trainner. Tito lo ayuda con una rutina de ejercicios físicos que incluyen caminatas por el campo y elongaciones en la pileta.

El objetivo es desentumecer los músculos anestesiados por los medicamentos que le dieron para combatir la abstinencia. “Primero te desintoxican y ahora me estoy desintoxicando de la intoxicación y es más difícil, porque te deja lento, te deja gordo, te deja tonto”, dice García, sentado en un sillón blanco en el living del campo que Ramón Ortega tiene en Luján y donde Charly vive desde hace dos meses supervisado por una jueza, un psiquiatra, enfermeras y asistentes terapéuticos.

Es verdad que aumentó diez kilos a base de asados, torta y helados. También es cierto que mejora cada semana la flexibilidad de sus extremidades para puntear la guitarra y el bajo (por ahora canta y toca el piano). Pero lo que es evidente es que García, lejos de “quedar tonto”, conserva su particular lucidez. En la primera entrevista que concede desde su internación del 11 de junio, Carlos García Moreno repasó con Newsweek esta nueva etapa de su vida. Extractos:

- Newsweek: ¿Cómo está?

- García: Siento que tuve suerte de encontrar a Palito y a un montón de gente que realmente se preocupó por mí. Sin ningún un interés, hicieron como una coalición y ahora es un situación privilegiada estar acá.

- ¿Cómo vive la recuperación?

- Es muy rara esta industria de la recuperación. Tiene muchas fallas y el que sufre realmente es el paciente. Yo la pasé muy mal. A veces los tratamientos, si es que existen, encierran a veinte personas, para darle pastillas y sedarlos. Y eso te va reduciendo a una planta.

- ¿Qué fue lo más difícil?

- Las internaciones. No tendrían que existir estos lugares, siento mucho por los que todavía están ahí. Lo peor yo ya me lo banqué. Se pasaron meses evaluando si era neurótico, esquizofrénico, psicótico, personalidad dual o qué se yo. Y cada grupo de médicos me daba o me sacaba pastillas. Y me hicieron muy mal…

- ¿Qué piensa cuando revive estos últimos seis meses?

- Después de todo lo que paso, toda la locura, las internaciones, la neumonía, pienso que podría estar en una granja haciendo zanjas. Si Palito no aparecía, yo la estaría pasando muy mal, me estaría cortando las venas, qué se yo.

- ¿Con qué sufrió más?

- Lo más desagradable es que te aten. Que te aten a la cama.

- ¿A qué le tenía más miedo?

- Lo que más miedo me daba, era quedar un poco lisiado del corazón de sufrir tanto. Hay momentos en que la angustia aprieta y estas ahí y no te queda otra que aguantar. Hay que tener aguante. Eso me va hacer bien. Después de estar seis meses casi sin hacer nada, el cuerpo, los músculos y los dedos hay que moverlos de nuevo. Hay que tener paciencia y todas esas cosas.

- Ahora, en perspectiva, de todos los obstáculos que tuvo en su vida, ¿cuál fue el más difícil de superar?

- La muerte de mi papá y de mi hermano Enrique. Ese fue un gran obstáculo. A veces veo la diferencia que había entre el accionar de mi papá y del mundo. Era una buena persona, educada, inteligente y no era vendida.

-¿Pensó mucho en su padre durante las peores noches de encierro y de crisis?

- Sí, siempre pienso en él, lo quería mucho. Y cada vez que quiero suicidarme, fumo mucho. Es un chiste. (Su padre murió de un enfisema pulmonar, Charly hoy fuma entre cincuenta y sesenta mentolados diarios y pese a la preocupación de sus amigos, los últimos estudios mostraron que sus pulmones están limpios).

- ¿Qué recuerda especialmente de su padre?

- Me acuerdo de su estoicismo, que le pasen cosas y bancar y hacer que no parezca nada.

- ¿Y de su hijo Migue? ¿Tiene ganas de verlo?

- (Pausa de veinte segundos). No, está bien…por ahí nos vemos pronto. 

- ¿Que tiene de diferente esta crisis, esta caída a otras que sufrió?

- Que esta vez alguien se hizo cargo. No es común. Y tampoco éramos tan, tan grandes amigos con Palito como para poder decir algo. Pero cuando tuve algún problema vine para acá, volví a la clínica y volví para acá, donde me siento en mi casa, la paso bomba. Y bueno, en algún momento dirán: “ya está, podés hacer lo que quieras”.

- ¿Cómo imagina ese día?

- Y… lo que yo llamaría normal.

- ¿Cómo es la vida normal de Charly García?

- Es muy diferente. Si veinte o treinta años vivís de una manera... Y ahora esto, que tiene lo suyo también. El cambio que se ve es muy grande, es lo que se ve: en lugar de una pared, veo árboles.

- ¿Qué prefiere?

- Me gusta la combinación de los dos paisajes. Los loros, la pileta, el parque gigante, el estudio que es super hi tech, o incluso este ambiente blanco y moderno. Además hay un microclima especial, mucha paz, en serio. Este es un lugar donde a uno le gustaría estar todo el día de visita.


En el último reportaje antes de su crisis a la revista Rolling Stone, Charly estaba furioso y dark, acuartelado dentro de su departamento en Barrio Norte, con el teléfono cortado por falta de pago y al borde del caos. “Vivía encerrado en su habitación”, recuerda la música Marianela Pelzmajer, ex pareja de Charly, de quien se había alejado en el 2005. “Ahora está mucho mejor, caminamos, charlamos en las comidas”, dice. El reencuentro se dio ni bien Charly la invitó a su cumpleaños 57, el 23 de octubre. Hoy ella lo acompaña cuatro o cinco días a la semana. “¡Alabada sea Marianela!”, festeja Fabián “Zorrito” Von Quintiero, otro de los  habitués.

Pero la furia de la era “Say No More” ahora parece más aplacada, tal vez por el efecto de los sedantes. Tal vez sólo sea una manera de actuar. Incluso cuando desliza algunas quejas, no se lo escucha enojado. “Es cierto”, reconoce. “Lo que pasa es que acá estoy muy bien, Palito es un santo, su familia es divina y la verdad que no tengo tiempo para la bronca”. En una de las fotos, eligió vestirse de blanco. Sus amigos le decían que parecía un gurú oriental, un budista zen. Él responde: “¿Zen? No. Estoy más realista”.

García se ríe cuando se le pregunta qué extraña de la vista a la pared. Y, más pragmático que nunca, asegura: “Lo otro, la otra vida, no es el demonio que te pintan, pero tampoco es un lecho de rosas. El problema es complejo”.

Sus amigos lo saben y tratan de alentarlo. En una de sus charlas nocturnas, “Palito” le preguntó: “¿Charly, vos crees que consumiste más que Keith Richard? Si los Rolling Stones pudieron convertirse en los dueños de sí mismos, vos también”, le dijo. El grupo más allegado le recuerda la recuperación de Diego Maradona, con quien habló por teléfono en octubre e intercambiaron saludos de cumpleaños.”Lo que pasa es que  Diego es muy grosso”, se atajó Charly. El aliento de su grupo más cercano es permanente. Su manager y amigo, Fernando Szereszevsky organiza todos los movimientos: las visitas de rutina a la Ciudad, las comidas con amigos y los avances del tratamiento. “Palito”, que antes sólo iba a su campo de 150 hectáreas los fines de semana, ahora se mudó a tiempo completo para acompañar a Charly en su recuperación. “Es como si hubiera sido mi hermano, nuestro origen, lo similar de la relación con nuestros padres nos acercó mucho”, dice Ortega, que prepara los asados y lo acompaña durante las noches viendo documentales de vikingos o asteroides.

Ni bien salió de la primera clínica psiquiátrica, Charly pidió ir a Luján, pero fue muy difícil. Todavía no se había estabilizado y la crisis de ansiedad era muy fuerte. Se rehusaba a tomar la medicación. Dos policías de la custodia se acercaron a la habitación y dijeron: “García, si no toma la medicación tenemos que llevar detenido a Ortega ya que usted lo designó como uno de sus tutores”. García interrumpió su ataque y susurró: “Palito, yo te voy a salvar” y se embuchó un cóctel de pastillas como si fueran caramelos tic tac. Ahora, en esta nueva estadía, las noches son diáfanas, sin ataques ni policías. A Ortega le preguntaron si no tenía miedo que Charly destrozara los equipos del estudio. “Si se rompen los equipos se compran, si se rompe Chaly, no hay reemplazo posible”, respondió.

En el campo hay un clima familiar, inusitado para el mundo García. La semana pasada alzó al hijo de su manager. No recordaba cuántas décadas habían pasado desde la última vez  que tenía un chico en brazos.

En los asados hay mesas y juegos para grandes y chicos. Por el jardín corre Benito Noble, el hijo de Julieta Ortega. O los hijos de los amigos músicos de Charly que van a visitarlo y tocar en el estudio

En el medio de su crisis, García grabó cinco temas impactantes junto a Fabián Von Quintiero, Carlos “Negro” García López, Fernando Samalea, e intervenciones de Pedro Aznar, León Greco y Nito Mestre. “Charly volvió al sonido prolijo, con canciones limpias, sin grabaciones recargadas”, dice Von Quintiero, tecladista y bajista histórico de García. Cuatro de los cinco temas se fueron regrabando mientras Charly esclarecía su voz. Pero uno de ellos, conserva el sonido original de un García recién llegado de la clínica, angustiado y bajo los efectos de un cóctel de sedantes. “Che, si de verdad me tomás en serio/deberías saber por qué”.

García dice que los temas los tiene en la cabeza durante meses.

“Algunos son de cuando decían que estaba loco y otros de acá”, asegura y canta otro tema completo con una estrofa que parece una plegaria: “Y si no pierdo la esperanza/a veces con vivir no alcanza/voy a tomar un poquitito más/de aquella medicina del doctor”.

 El repertorio de este disco en marcha se completa con “Rock & Roll Star”; “¡Oh, tía!” (donde reproduce máximas de una tía leídas por Palito y Evangelina, como por ejemplo, “Si hay un hueco en tu vida, llénalo de amor”) y “Yo ya sé”: “A la vez somos todos neuróticos/ todos somos narcóticos/ pero no sé por qué”.

En otro pasaje de la entrevista, se le preguntó a Charly García, de todas las cosas que había hecho en su vida, de cuál se sentía más orgulloso. Se quedó casi un minuto en silencio, pensando, hasta que respondió: "Click Modernos". Para los músicos que lo acompañan, sus nuevos temas van en esa dirección. Mientras tanto, cuando habla de música, cuando chequea los nuevos arreglos, a García se le ilumina la mirada: “Estoy en un trance, me siento en un trance, y me excitan las buenas posibilidades de este trance”

- ¿Sus nuevas canciones reflejan este trance?

- Sí, hablan de lo que me está pasando. Muchas veces es la misma canción. No estoy más loco antes que ahora…Pero las canciones  juegan con el estar bien. “Y yo ya sé que no sos un hipócrita/que no sos un psicópata/ pero no sé por que”. O si no, “Freud  te ha dejado solo como Internet”. Son frases de cuando vos vas a mil y terminás en la banquina y tenés que empezar todo de nuevo. Lo que digo es que a los músicos de mi generación por algunas causas nos pasa esto. Un alma fatigada y después, el renacimiento. No sé, me dieron por muerto, imagináte.

- ¿Y se sintió muerto?

- Yo veía en la televisión que estaba muerto y me sentía más vivo que nunca. Ahora cuando tu cuerpo expulsa todas las cosas, si después podés sobrevivir a todas las otras drogas que te pone el sistema y podes seguir tocando y de alguna manera rejuveneces, bueno no está mal. Está muy bueno.

- ¿Cómo vivió  el período de abstinencia?

- Es mas fácil dejar de fumar marihuana que dejar de tomar una pastilla, bah, no estoy seguro. Yo hace casi un año que no tomo nada. Ahora estoy haciendo gimnasia en todo sentido, mental, físico, tengo que recuperar muy bien las formas para tocar el piano, la guitarra, cantar estoy cantando muy bien, no me estoy apurando.

- ¿Cómo imagina su primer recital?

- Lo veo como algo muy claro, con un gran sonido y muy simple, como este momento. Pero no voy a  hacer canciones antidrogas. Ahora, si yo leo las fojas, o como se llamen, de mi causa, las leí el otro día… Las cosas que dicen de mí: pareciera que soy un asesino, un vicioso, un drogadicto de la peor calaña y no es tan así. Esa es la parte hinchapelotas de todo esto.

- ¿Y cuál es la parte positiva?

- Lo más importante es tener bolas para bancar, estar encerrado, es como estar preso, tenés que bancarte eso. Estoy más curioso por saber que va a pasar ahora que por lo que pasó. Lo otro es tan pesado, tan… Pero no sé. En esta casa, estoy rejuveneciendo. Me entusiasma el cambio, hay que ver qué pasa.

- ¿Realmente lo entusiasma el cambio?

- Estoy abierto a las posibilidades. Hay muchas personas que se interesan en mí. Y no tengo apuro, me quiero curar. Pienso que dejarse curar o cuidar es bueno también… igualmente pienso brindar con champan.

- ¿Le cuesta dejarse cuidar?

- Yo estoy hablando que te cuiden desde que no se vean botellas de vino hasta un asado, la comida rica que como, la pileta, el estudio, para estar dentro del artículo 152 del código penal, que se yo, no está tan mal…

- ¿Cómo se imagina en el 2009?

- Tengo que seguir trabajando para estar al cien por ciento. Me da mucha curiosidad pensar en todo lo que puede venir. Ya voy pasando el examen, me falta la guinda. Y lo que seguirá no sé. Que sea “Charly de lujo”. ¿Está bien eso, no?  


Fuente:  elargentino

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Cuando me Empiece a Quedar Solo

11.06.2008 | 11:55
Los ojos muy lejos y un cigarrillo en la boca… El símbolo máximo del rock local tiene un gran disco terminado que no puede editar, le cortaron el teléfono por falta de pago, no quiere salir de su casa, está peleado con su hijo, pero se confiesa dispuesto a dar batalla contra la mediocridad y el negocio del rock nacional: “Dream is over”, dispara desde su cama. Vida, pequeñas anécdotas sobre las instituciones y el aguante de un hombre que vive en estado musical permanente.

Charly García. Gentileza Archivo La Nación.
 
Yo soy un genio, no tengo por qué vivir en una cama, dice Charly García y la palabra “cama” es una escupida que queda suspendida como espuma de pura rabia en el agujero sin dientes que le dejó en la boca la infame paliza propinada por los patovicas de La Trastienda en diciembre del año pasado. Está muy enojado, y encima desde enfrente, por la ventana, entran las ondas de una antena de radio que, me cuenta, emite pura maldad. Total interferencia.

La mujer maniqui contra la pared es roja y tiene un agujero en el pecho. Charly está sobre la cama y no se mueve de ahí porque tiene todo lo que necesita al alcance de la mano; Charly no va de la cama a ninguna parte, ni siquiera al living, que aparece inmaculado y limpio en comparación con el caos de su cuarto-cueva. Sobre la cama muchos CDs –la mayoría en blanco, sin clasificar, mezclados y manoseados–, dos botellas de whisky a medio tomar, papel blanco para dibujar, cigarrillos, la belleza de Mecha, su novia modelo, ceniza y restos de cigarrillos, papel para armar, y los masters de Kill Gil, el disco que no puede salir y que escucha obsesivamente en un equipo anticuado y reciclado a lo García, negro y rojo, con todos los circuitos al aire.


“Está todo mal”, dice y mira indignado, con el dedo medio en un fuck you que sería tierno o desafiante si viniera de un adolescente, pero la sensación es más compleja porque se trata de un hombre de 55 años que desborda talento y furia, mientras se balancea de atrás para adelante sobre esa cama inquietante. El que lo visita tiene que sentarse frente a la cama, y puede elegir entre una silla de plástico desvencijada o una banqueta de baterista. También (claro, si Charly lo permite), el visitante podría sentarse sobre esa cama tan inmóvil, pero el colchón está vencido y sólo soporta el magro peso de su dueño. Además, no hay lugar para ubicarse entre los montones de diarios apilados. Y la forma en que Charly pone al mango su nuevo disco para evitar charlar cuando no tiene ganas de charlar también es expulsiva. La cama hace recordar a aquella radio a todo volumen. Sólo que ahora la prisión es suya, y la música no es apacible. García grita sobre su propia canción, “No importa”, que abre Kill Gil, pop pesado que suena brutal. Hace cuernos con los dedos, mira a los ojos y escupe: “No importa si te querés ir/ No importa si estás/ No importa si querés venir/ No importa si vas/ No importa la revolución/ No importa Chopin”. 

Esa letra es una trampa, porque a Charly le importan muchas cosas y se hace una mala sangre espantosa por cantidad de cuestiones, desde la carrera musical de su hijo Migue hasta la mediocridad –o más bien nulidad, en su opinión– del rock argentino, pasando por, obviamente, la imposibilidad de lanzar Kill Gil, la estupidez irreparable de la gente y el hecho desconcertante de que está quebrado, de que no tiene plata.
Hoy mismo, a diez años de la tapa fundacional de esta revista, es difícil dar con él: tiene el teléfono cortado por falta de pago –al menos así fue durante las dos semanas en que se hizo esta entrevista–, y sus contactos con el afuera son muy escasos: para hablar con Charly hay que llamar al celular de su empleada, y a veces al de su prima (eso depende de cómo esté la relación entre ellos, que es algo explosiva). También se puede llamar al celular de la hermosa Mecha, la morocha de piernas largas y ojos gatunos que lo acompaña, pero no es tan fácil: en nuestro primer encuentro, Mecha no podía encontrar las llaves entre la acumulación de cosas y basura de la habitación de Charly, así que bajó sólo para avisar que no se podía entrar –ni salir– hasta que volviera la prima Adriana con su propio juego de llaves.

–¿Y podés llamarla por teléfono, tiene celular?

Le tocamos el timbre al encargado. Atiende su esposa. Cuando escucha que vienen a ver al señor Charly García dice, con un malhumor espantoso, que el encargado está durmiendo y buenas noches. Mecha confirma que tienen una mala onda atroz.

–Compremos una tarjeta para tu celular, dale.
–Dame un rato más a ver si encuentro las llaves. Ya vengo.

Aparecen, finalmente. No es nada raro ni escandaloso que uno no pueda encontrar sus llaves, claro; pero la sensación de extrañeza flota cuando los signos de aislamiento se acumulan y la obsesión de Charly por la prisión, por el encierro, empieza a cobrar una forma que espanta.

Al departamento de Santa Fe y Coronel Díaz se entra por la puerta de servicio, que hay que abrir a los empujones; la principal está cancelada porque se perdió la llave –y nadie la reemplaza– y además está rota de alguna forma que la inutiliza; aunque seguro es fácil repararla, el problema es quién podría hacerlo, porque a Charly qué le importa. Para amantes de las metáforas eficaces: la puerta principal no se puede abrir, la de servicio no se puede cerrar. En la heladera, hay Coca-Cola y Fanta para su vodka. Comida no, al menos a la vista. El televisor está roto, decorado a lo García también, en el medio del living, con el tubo agujereado. Ya no es eléctrica compañía sino un cacharro pintado. El único sillón perdió tanta goma espuma que ya es casi un banco de plaza. Es posible que Charly García sea la única estrella de rock que vive así, en una intemperie cotidiana de la que reniega a gritos, aunque de a ratos insiste con su idea fuerza, el combustible para este caos que él mismo motoriza: que la música no está para hacer plata. De todas las profecías sobre su mediana edad escritas cuando era joven, la más errada es aquella de “una vejez sin temores y una vida reposada”. A veces da la impresión de que Charly vive exclusivamente de música; no sólo para la música, eso está clarísimo hace mucho, sino que la música es su alimento, su materia vital. Alguna vez dijo que la música existe en este planeta porque hay aire: el universo es todo silencio.

Hace diez años, cuando grababa El aguante en Miami, la situación era muy distinta. Fines del uno a uno y alojamiento en el espectacular Delano; allí lo visitó Sergio Marchi para escribir la primera tapa de Rolling Stone: Charly grababa en los estudios Criteria y tomaba margaritas. María Gabriela Epumer estaba viva, Charly todavía no había visitado a Carlos Menem en Olivos, y el experimento impresionista de Say No More aún parecía una etapa, no el camino decisivo, complicado y coherente que es hoy.

“Miro al arco y esquivo patadas como Diego en el gol a los ingleses”, dice Charly, y concede que capaz Maradona es más genio que él, aunque los dos serían, claramente, los únicos genios de la Argentina. “Y si Diego quisiera ser músico lo sería, y sería genial, porque cuando uno es genio, es genio para todo.” Y retoma. “Yo no me puedo hacer cargo. Los únicos que nunca me cagaron fueron las putas, la policía y los fans. Todos los demás me cagaron. Quiero que el país me arregle esto, que alguien me lo arregle. Yo no puedo.” Charly quiere tratamiento especial, y cree que lo merece. ¿Es una demanda descabellada? ¿Por qué habría que hacerse cargo de Charly García? ¿Porque es un genio? ¿Porque es parte del imaginario nacional? Argentina no se caracteriza por cuidar de su patrimonio. Más bien podría decirse que es un país con una personalidad bastante autodestructiva, y en eso también, fatalmente, dos de sus máximos ídolos, Maradona y Charly, se ven en el espeluznante destino de reproducir la neurosis nacional.

Esto a lo que se refiere Charly con un gesto amplio de sus manos como garras, esto, lo que hay que arreglar, no es una sola cosa. Pero es, básicamente, una decadencia económica que a Charly se le antoja escandalosa. El le dio forma a la cultura popular de este país, sostiene. No es posible que lo hayan (hayamos) abandonado. “La gente es de determinada manera por mí. Sin mí existirían, pero serían diferentes. ¿Estamos? Bueno. Bueno. Entonces, no quiero el Oscar en vida.” Después contará, caóticamente, algunas de las causas de su crisis económica: Daniel Grinbank lo habría estafado con un contrato en la era Serú Giran. “Es Satanás”, define y no es abrupto. Son rencores que se remontan a los inicios del rock nacional como negocio, pero que Charly mismo pintó con aerosol aún fresco en sus paredes: cuenta que lo hizo firmar un papel en blanco donde cedía todos sus derechos, que después compró por apenas 300 mil pesos de aquella época el empresario Pelo Aprile. También su propia madre sería parte de una conspiración que le quitó plata cuando estuvo internado en un instituto psiquiátrico; y finalmente tiene embargado el dinero de SADAIC por juicios que le hicieron músicos –él sólo nombra a Rinaldo Rafanelli, pero otras fuentes hablan de varios más– a quienes no les habría pagado un dinero que supuestamente les correspondería. Debe existir el vericueto legal para que García pueda cobrar el dinero que le corresponde mientras se resuelven las demandas, pero
¿lo consultó con algún abogado? De a ratos dice que sí, que va a iniciar alguna acción. Pero se enoja otra vez. Porque él es un artista, él no puede estar ocupándose de estas cosas. Tiene razón: la mayoría de las estrellas de su estatura, la mayoría de los artistas que crean y viven en el caos necesitan la ayuda de alguna cabeza fría. Ya lo dijo en su entrevista de RS 1: “Yo soy lo que hago y son las mismas canciones las que te arrastran a esos estados emocionales jodidos para el que no puede bancarse un estado emocional así. Entonces, la gente jode y pretende que vayas al banco a las nueve de la mañana después de haber grabado toda la noche, y una serie de pelotudeces así”. Hoy, Charly está solo. Es difícil puntualizar cómo se fue desarrollando la pérdida del entorno, pero averiguando entre gente del mundo de la música, la explicación, que viene acompañada de un encogimiento de hombros, es casi siempre la misma: “Se peleó con todo el mundo”. Casi. Había fans que llevaban aquel brazalete que diseñó hace unos años, él los llamaba Los Aliados. Antes solían quedarse en la puerta de su casa. Ahora no aparecen tanto. Puede ser una desaparición circunstancial, y muchas veces se subestima la importancia de García para los artistas más interesantes de las nuevas generaciones: Irupé Tarragó Ros era una de las portadoras del brazalete; Celeste Cid fue la musa de “Asesíname”; Albertina Carri eligió la canción “Influencia” para cerrar Los Rubios, su documental sobre la desaparición de sus padres y la construcción de su propia identidad. Palito Ortega, que canta con Charly en Kill Gil (la épica “Corazón de hormigón”) y que prestó el estudio de grabación, decía: “Lo que necesita es un manager con «M» mayúscula”. No lo tiene. “Mi último manager está preso en España”, cuenta Charly. “Y hace poco me estaba ayudando Gaby Alvarez, que no va a salir por un rato largo.” Con su hijo Migue, que lo ayudaba con las finanzas, las relaciones están cortadas. Charly se ríe espasmódicamente, con algo que sólo puede definirse como pícara amargura. “The dream is over”, repite, y vuelve a arremeter furioso: “Yo soy lo más y todo lo demás no existe. Quiero que publiquen eso, pero no dicho por mí, sino porque lo piensan. ¿O son sordos? ¿Catupecu Machu es música? ¿Babasónicos es música? ¿Los Piojos? ¿Airbag? ¿Cómo puede ser que ellos graben discos y a mí me rechacen Kill Gil? Un grupo de tarados que no sabe cómo afinar una guitarra, es ruido, hay una diferencia con lo que yo hago”. Lo dice a los gritos. “Anotá: «Dream is over». Anotá. ¿Por qué los críticos ponen que esos grupos son buenos? ¿No entienden nada? ¿Es todo negocio, es para vender revistas?”

A lo mejor les gustan esas bandas. A lo mejor escriben de buena fe, ¿no se te ocurrió?
–Entonces que se vayan a la mierda. Morirán siendo argentinos, mediocres. El rock se volvió una cagada. Se terminó todo.

El Kill Gil que se filtró a fines de 2006 por Internet es parecido al que tiene Charly García en su casa, pero no es tan bueno. Nunca dejó de trabajar en el disco, con esa técnica de sobregrabaciones, collage, loops, superposiciones, para quebrar “la manera cuadrada de hacer discos”, y suena cada vez mejor, más completo, con canciones que están a la altura de los mejores momentos de su carrera, especialmente una llamada “Pastillas”, que es tristísima, estaría dedicada “al hijo” y es “lo contrario a «Plegaria para un niño dormido». “¿Viste que los padres les cantan y les escriben a los chicos para que se duerman? ¡Yo quiero que se despierten!”. “Te doy este auricular y un disco para mirar/ Y una receta más para que salgas a pasear/ La gente que nunca duerme es más real/ No sé si la luna te hace reconciliar/ Te voy a dar un colchón con ruedas y un planeador para que puedas ver toda tu vida desde acá/ No sé por qué estás durmiendo a esta hora ya/ Mentiras y un hogar que no es mi hogar.” 

En estos años, Charly vio crecer como músico a Migue, que primero formó parte de A-Tirador Láser y después editó su primer disco, Quieto o disparo. Justo después de ese lanzamiento empezó la gran batalla. Doméstica, familiar, discográfica, musical, ética. Charly tiene un contrato con el sello EMI por tres discos. En 2002 entregó Influencia, en 2003 Rock and roll yo. En el medio, el sello contrató a Migue. “Ni siquiera tuvieron la deferencia de decirme que habían firmado con Miguelito. Era una cuestión de cortesía, de educación.” De ahí en más, escalada y confusión: Charly presiona para que su hijo no toque en el Gesell Rock, lo consigue, y da su propio concierto de cuarenta minutos con dos horas de retraso. Kill Gil aparece online y algunos fans creen que lo colgó Migue, en una evidente puñalada por la espalda; Migue y Charly se pelean violentamente, con cuchillos, y el padre se va de la esquina de Santa Fe y Coronel Díaz al hotel Bauen (de donde lo echan), al Hotel Faena y finalmente a una clínica, donde le hacen un chequeo. Todo con apenas una bolsa como equipaje. Ahora al menos se toleran en el mismo inmueble. Se dice que Charly quiso vender el departamento donde vive Migue, dos pisos debajo del suyo, para tratar de paliar su crisis. El padre no habla de eso. Pero sí contesta qué le molestó tanto de Migue-músico.

–Yo seré un loco pero, como ya dije antes, creo que la música no es para hacer plata. Gran parte de la gente joven que hace música ahora lo hace exclusivamente por la plata. Y eso me sublevó de Miguel: que no haya entendido el chiste. No nació de un repollo, digamos. Con los viejos está todo bien y con los pendejos también, el problema son los del medio. Una vez le dije: “Si hacemos el mejor disco del mundo, ¿te copás, aunque no venda nada?”. Me dijo que no, y le dije: “Sos un pelotudo”. Primero, porque el mejor disco del mundo no puede no venderse. Y segundo porque si no tenés ningún ideal, ¿qué música puede salir? Antes se trataba de tener algo para decir, de una búsqueda, no de contar cómo conociste a una minita una tarde de lluvia y la querés mucho y son novios. Eso es todo para ellos. Es increíble. Se fue todo al carajo. Ni hace falta saber música, aunque estaría bueno que sepan música, pero en fin... Con idealismo, aunque sepas tres tonos, eso es rock.

¿Por qué creés que hay tanto conformismo?

–Lo que voy a decir ahora puede parecer fascismo, pero no lo es, nada que ver. La situación de que haya un enemigo claro, y que te tengas que jugar por algo, hace la hamburguesa de la canción. El arte era mejor cuando estaban los militares. Yo a Videla le dije en la jeta: «A vos no te gusta la música que yo hago, pero a tu hija sí». Yo a ese tipo le gané, ahora no puede salir y está encerrado bancándose la cara de orto de su mujer. ¿Y para qué le gané? También para que el rock argentino sea mejor, para que creciera. No sirvió para nada.

Hay enemigos, sin embargo.

–Sí, pero diseminados. El enemigo está en los celulares, está en la gente, ahora todos son botones. Y lo global es el enemigo. Lo que es global no sirve para un carajo. El castellano neutro es una mierda. Lo neutro es una mierda. Aquel clisé que dice “pintá tu aldea” terminó siendo cierto.
El primer encuentro con Charly se extiende después de la medianoche, y él se la pasa dibujando mientras escucha su disco. Con una lapicera hace cinco estrellas y firma “Yoko Ono”, porque ella le dijo que Kill Gil merecía ese puntaje. Dibuja pentagramas, rompe un extraño libro de fotos de presidentes argentinos que parece una publicidad oficial –y que él intervino con collage y consignas– y lee un cuento –enviado por un fan– que él protagoniza como Satanás y que le gusta mucho. Es preferible que dibuje, porque parece tranquilizarse: por teléfono, antes del encuentro, jugueteó con la idea de dedicarse a la pintura y dejar la música. Es preferible que dibuje, porque así discute menos. Esa noche a mediados de marzo, Charly tenía ganas de pura autoindulgencia. Ganas de no estar de acuerdo jamás y tomar examen permanente.

–¿Sabés quién es Pete Townshend?

–Sí.

–Ah, bueno. Porque ahora nadie sabe nada. Saben de Shakira, de Juanes, de esos colombianos sin apellido, pero de artistas y músicos de verdad, nada. ¿Sabés inglés vos?

Sí.

–¿Sabés qué dice Andrew Loog Oldham del riff de “Break It Up” [una canción de Kill Gil] ?

¿Qué dice?

–Que es el mejor que escuchó después de “Satisfaction”. Anotá eso. Poné eso.

El buen humor dura poco. Sigue rabioso y ahora escupe sobre discos de Pink Floyd. Trabaja duro para portarse como un ser odioso con caprichos de hijo único: a veces dan ganas de pegarle cuatro gritos. No es que surtan efecto alguno. Charly pelea: es mejor que estarse quieto, es mejor que ser un vigilante. Se pone peor cuando recuerda lo que pasó en La Trastienda. Resulta que tocó bastante, y después se bajó del escenario; al rato, quiso volver y amagó con un show de 24 horas, o por lo menos de tiempo indeterminado. Las versiones a partir de acá son varias, pero lo que es seguro es que al menos alguien le dio un trompazo de lleno a García. Hay algo que a Charly le duele más que las piñas de esa noche, incluso más que el portazo que le dieron en la cara al día siguiente, cuando se presentó para continuar con el ciclo de shows que, de forma sugestiva, se llamaba “Olvidate del rock nacional”. Le duele que sus pares y los medios y mucha gente hayan salido a señalarlo, a “preocuparse”, en vez de solidarizarse. “Me pegan por querer tocar hasta cuando se me cante. Me pegan por romper guitarras. ¿No vieron MTV? Después me pusieron un guardaespaldas cuando fui a ver a Björk para que no armara quilombo. Igual fui al backstage y le dije a la islandesa que ella no me llegaba ni a los talones. Me miraba, no entendía nada. Son una hijos de puta: a Luis Alberto [Spinetta] no lo dejaron pasar porque no tenía entrada.”

Charly no acepta mostrarse domesticado en nada. Sus pares son el Jimi Hendrix que incendió su guitarra, el Keith Richards que casi va preso de por vida en Canadá por tráfico de heroína, el Prince que reemplaza su nombre por un signo y se pelea con las discográficas escribiendo “esclavo” en su frente, el John Lennon que asegura que los Beatles son más famosos que Jesús. Ese fuego permanentemente avivado es rock, dice Charly, y tiene razón. “Hay gente que se cae de una silla y se mata. Yo me tiré de un piso nueve”, y sonríe, y lo que parece estar diciendo es que él no sigue aquella máxima atribuida a Gustave Flaubert que dice algo así como que uno debe ser ordenado y aburrido en la vida personal –un burgués– para ser revolucionario en su arte. García vive en la incomodidad, el límite y el riesgo, y produce desde ahí. No es un lugar tranquilizador, no es artista tranquilizador, y él no está para nada tranquilo
.
“¡Anota!”, grita Charly y señala con el dedo el cuaderno. Se balancea sobre la cama y proclama su decálogo nuevo.
1. La entrada es gratis, la salida vemos.
2. La vanguardia es así.
3. Mi capricho es ley.
4. Lo único que se les pide es obediencia y amor.
5. Si cobro más barato, me encuentro con gente que conozco.
6. De todo genio nace un cretino (Adolf Hitler).
7. Say No More no escucha, emite.
8. Y si no te gusta, te podés matar.
9. Esto es la medida musical contra la cual se compara el resto de la música llamada rock pop hip-hop house Pettinato Leo García Mimi Maura y Björk.
10. Maradona.
11. (Bonus) Los de Palermo Hollywood se visten como plomos de Oasis
.
Se lo ve muy satisfecho con su decálogo una vez que termina de dictarlo. ¿Y se lo ve bien, a él? De a ratos. Esa primera noche, que es cuando dicta el decálogo en un raro intervalo sin música a todo volumen, ciertamente no. Pero en el segundo encuentro, después de varias horas de sueño y a la luz del día, tomando vodka con Fanta, está mucho más tranquilo, y muy inteligente, y muy amable, aunque desconcertado por el cambio de paradigma que le resulta incomprensible. Esta nueva era “con esa Internet y esos MP3 que tienen ustedes”. Charly no tiene computadora en su casa, ni dirección de email. No la enuncia claramente, pero también está emprendiendo una cruzada antidigital, y se solidariza con los fotógrafos que, como él, ven el avance de los aficionados con sus camaritas, esos que creen que es arte sacarles fotos a sus propios dedos gordos del pie. Ese segundo día, con la habitación despejada, la luz del sol en el cuarto y los diarios de Kurt Cobain sobre la cama, también derrocha generosidad hablando de música con ingenio y amor, con un conocimiento que aún hoy sorprende y encandila: “ Kill Gil está todo afinado en La, recorre todo el disco. La es el metro, es casi la norma. Afinar antes era fácil: levantabas el tubo y listo, porque La es la nota del tono del teléfono. Mejor dicho, era. Ahora cagaron eso también: hasta el teléfono desafinaron. El Si bemol es la nota del pánico, de la alarma, todas las sirenas están en Si bemol. Es la clave del metal. Do es un gordo de Mar del Plata. Re es la nota romántica. Mi es la delincuencia, es la nota del rock, es filosa y puntiaguda. Fa es la más blanda, tan blanda que podría ser Fa séptima... es la bossa nova. Sol es femenina, es el folk, Joni Mitchell. La es la directora de escuela, flaca, recta, y Si es George Sand, la mujer de Chopin, una lesbiana flaca que mata a su marido talentoso”.

Hay muchas mujeres que quieren ser enfermeras, ¿no?

–¡Ja! ¡Todas! Mi terapeuta Ken me contó de un tipo que siempre estaba enfermo y no sabía por qué. Le hicieron estudios, y era porque le hacía mal la carne. ¿Y qué le daba la mujer de comer todos los días? ¡Carne! Las peores son las actrices, igual.

¿Por qué?

–Porque nunca se bajan del escenario. Bueno, algunas sí, pero la mayoría tardan. Son ficción en la vida real. ¿Siguen con actrices esos?

¿Quiénes?

–Todos los rockeros. [Y enumera: Calamaro, Mollo, Fito, Iván Noble…] No la entienden, ¡es con modelos! ¡Hay que estar con modelos! Con actrices no existe. Además, no les mejoraron mucho la música esas actrices, ¿no?

Hoy, en esta tarde calurosa, Charly no está peleador. Y tiene los brazos cubiertos de cortes, muchos y bastante profundos, aunque ninguno es una herida alarmante: se los ve muy claramente a la luz del día, en el cuarto limpio y aireado. Heridas que vienen, sospechas que van, desarma y sangra. “Es mi vicio cortarme”, explica, y cuenta que se lastima con un cúter, el mismo que usa para sus collages y sus varias labores de diseño, como el cuadro de él con Menem y el de los Rolling Stones con Menem que cuelga sobre su cabeza y sobre el que escribió “Prostitution”.


¿Fue prostitución tocar para Menem en Olivos, o qué fue? Ese encuentro hizo que muchos le bajaran el pulgar, incluso gente que lo amaba (casi) incondicionalmente. Hay fans que dicen no ser capaces de perdonarlo. “Cuando yo fui a Olivos fue lo más. El es fan mío. Yo fui a tocar para él. Quería ver si era humano. Y era. Le saltó una lágrima con «Los dinosaurios» y la tengo filmada. Fue un delirio. Mucho más divertido que ahora con los Kirchner. Sé que los músicos van a tocar a la Rosada, es un embole. Lo vi a Kirchner diciendo «nosotros». ¿¡Qué nosotros!? ¡Yo!” Para Charly, un presidente es aquel que se acerca a los artistas importantes de su pueblo, los respeta y los pone en su lugar. Aquel que elige al mejor de los artistas, y lo distingue. Menem hizo eso por él. Charly puede ser pueril y egoísta, a veces. Y no cede su estatus de estrella que está más allá de politiquerías. El merece ser recibido por el presidente, él anda en limusina, él es Say No More; el que no escucha, el que emite. No hay más que discutir.
No quiere hablar mucho de Menem, igual. Insiste en sacarse fotos con los cortes de los brazos. Heridas que lo llevan a la sangre, y entonces cuenta su internación en Austin, Texas en marzo de 2007. Está relatada en el libro Say No More de Sergio Marchi –en su versión actualizada–, pero Charly tiene su propia forma de narración que es puro surrealismo mágico. Escuchen… Llegó a Texas en silla de ruedas, cuenta, para ir a un recital de Pete Townshend invitado por Andrew Loog Oldham. Era un raro show del ex Who, y Charly no dudó en tomarse el avión. Algo pasó en el concierto, según Andrew, cuando Townshend canto “Let My Love Open the Door”, algo que impactó emocionalmente a Charly hasta demolerlo. “Yo me acuerdo que me pasé como ocho días en un hotel tomando whisky y fumando faso. Rompí todo en el hotel, reviví Tommy. Ya me había pasado de chico: para mí Tommy era real, era mi vida. Después me quise ir, quise volver a Argentina, y en el aeropuerto me preguntaron qué mes era, y les dije cualquiera. Si era marzo les dije junio, algo así. Entonces me ofrecieron internarme. Me trataron muy bien. Nada que ver con cómo me tratan acá. ¡Nada que ver! Me preguntaron si quería cambiarme la sangre, algo loco, que yo había leído de los Stones, en las revistas. ¡Sí!, les dije y fui adonde me proponían.” En la clínica, que él recuerda como una suerte de cámara futurista, blanca y brillante, lo trataron como correspondía a su fragilidad, hasta le pusieron un brazalete que prohibía darle cualquier tipo de drogas, una protección de alérgico, una garantía de distancia, una realización del no toquen, no quiero que me toquen. “Me daban flanes violetas. No sé de dónde los sacaban. Era todo así, de otro planeta. Me cambiaron la sangre: de un lado del tubo salía mía, espesa, y del otro entraba un elixir. Era sangre de vírgenes del Amazonas, un líquido cristalino. Es un programa de desintoxicación con toda la tecnología más de lo más en Houston, que es para poca gente, no lo conoce todo el mundo. Pero cuando volví acá, que estaba perfecto, no me querían creer.”

¿Qué no te querían creer?

–Que estuve ahí. Que me cuidaron. Yo venía tan limpito que, cuando volví, me dieron unas pastillas y las tomé, acostumbrado al trato delicado que me venían dando. ¡Y eran unas pastillas súper densas! Igual: nunca me creen.

Charly mira por la ventana, y después desliza los dedos-garras por el teclado que tiene sobre las piernas de faquir, bajo su cuerpo de aguja. Sabe que su mente es un tapiz. Y se explica. “Pasa que hay un porcentaje de verdad y de mentira en lo que cuento. Y ni yo sé la diferencia.”
“¡Anota!” es la orden otra vez, y si no soy rápida, Charly me arranca el cuaderno de las manos y él mismo escribe lo que quiere. “Charly es lo más, lo demás no existe”, por ejemplo. Ahora quiere dictar, sin embargo. “Esto es lo que dijo Ken Lawton, el terapeuta que vi en Bath: «Virtudes: memoria excelente, buena persona, no quiere cambiar. Defectos: a veces se olvida el cepillo de dientes».”

No quiere cambiar. Acaso porque, como a Tommy, lo quisieron cambiar demasiado. “Mi mamá me pegaba las orejas con cinta scotch porque decía que las tenía separadas. Todo ortopedia.” Odia a su madre, lo dice. Extraña a su papá, que se murió hace mucho. Tiene una foto muy grande con él, Charly es chiquito y hermoso, el padre sonríe. “Parecés muy contento ahí”, y él, casi emocionado: “Y cómo no iba a estar contento, con este hombre”. El padre lo dejaba ser, o al menos ése es su recuerdo idealizado. Y así lo canta en “Kill Gil-Transformación”, una canción que termina a lo Andrew Lloyd Webber, puro Evita, tan emocionante, donde se explica: “No digas que estoy mal, yo la estoy pasando bien, yo sé por qué/ No insistan en ponerme cerraduras/ Soy libre y no pienso desistir/ Cuando quiero salir, no me importa morir/ No tengo fin”. El artista que hace rato parece terminal, extrema la lógica de sus letras. ¿O son sus letras las que extreman la lógica de su vida emocional, como él dice desde hace diez años? Como sea, todos los que quieren ayudarlo o se acercan a él, terminan expulsados o abandonan, se llamen hijo o manager. O quizá son rechazados por la propia intensidad de la situación: es difícil estar cerca de una bola de fuego que se alimenta de música y estado de arte permanente. Ese también es el constant concept y Charly, como los verdaderos e importantes artistas de vanguardia de todos los tiempos, le pone el cuerpo de forma literal.


Si los discos de Charly García son geniales o no –o siquiera buenos–, si sus shows excéntricos (sólo con auriculares con la música por FM, como en la presentación de Kill Gil en el Faena) valen la pena o ya no tiene mayor sentido ser espectador de sus caprichos, todo es debatible. Pero su presencia marca un signo de los tiempos con dolorosa precisión. La democratización de la tecnología tuvo una consecuencia que quiebra el paradigma que hasta hace poco constituía la industria cultural: democratizó la posibilidad de expresión. Cualquiera puede grabar un disco, sacar una foto, escribir un cuento, subirlo a Internet, llamarse artista. Este momento es la bisagra, caminamos sobre hielo frágil: lo cierto es que todos estamos buscando desesperadamente una instancia de legitimación. Hasta él, que definió a una generación con Sui Generis, el que conjuró a la Argentina de plomo escribiendo: “No cuentes que hay detrás de aquel espejo: no tendrás poder/ ni abogados/ ni testigos/ Enciende los candiles que los brujos piensan en volver a nublarnos el camino”. El que despertó de una patada al bucólico rock nacional-pastoral con Clics modernos gritando, una vez más, que no lo dejaban salir, y más tarde que estaba solo y confundido a la vez. Ahora mismo Charly es el que comprende que la radicalización implica soledad: es el más contundente artista conceptual argentino, y hace arte conceptual para gente que le pide otra cosa. Un recital prolijo, por ejemplo. Buena conducta. Un disco de canciones como los de antes. Charly se siente malentendido, o directamente no comprendido. Es posible que hasta tenga razón. También es posible que su búsqueda sea estéril en estos tiempos. La vanguardia es así. En tiempos de completa falta de certezas, de significados destrozados, no hay más brújula que las convicciones. Charly se sorprende cuando lee sus reportajes viejos, porque le parece que siempre dice lo mismo. Sucede que hay un par de cosas en las que cree, y eso no cambia. Sí, agrega bravuconadas y provocaciones que a veces son gratuitas y otras adolescentes, pero ese porcentaje de pavada también es parte del rock. Pero el centro de sus convicciones se mantiene. Y una de sus convicciones es la calidad de la música. Por eso busca a Andrew Loog Oldham, porque fue el productor de los Rolling Stones en la maravillosa era de los arreglos sofisticados y Brian Jones, el medio de los años 60. Por eso no quiere editar su disco por lo que llama “el sello Monchito” y mucho menos una edición de autor, independiente, horror de los horrores. Cuando él era chico y estaba en el trance sagrado de poner un disco de los Beatles en la bandeja, cuando el vinilo giraba lo que Charly veía, junto con la música, era el nombre del sello. Charly cree en las instituciones del rock: se ilumina cuando nombra a Decca, a EMI- Odeón. No es un viejazo. No es un conservador. Es un artista que está cuestionando el estado de cosas, y se pregunta por el nuevo paradigma, lo interpela en carne viva. Puede putear en orden a las tres mayores productoras de la industria del rock local, puede despreciar a los que manejan las discográficas: ése es su enemigo hoy. Dice que no quiere hablar con contadores, y, encima, pendejos. Empleados que no saben de música ni de artistas. Quiere que vuelvan los viejos empresarios, los que paraban la oreja y decían: “Es esto”. Productores y empresarios como Phil Spector, Sam Phillips, George Martin. La mediocridad del rock local convertido en una industria que lo margina por no quedarse callado, aunque Oldham le explicó que, para lidiar con ellos, debe ser “simple e hipócrita”. Ya no le sale. La fragmentación que encuentra no le cierra. El “arte” que encuentra no le mueve un pelo.

¿No entendió y se quedó afuera? Su odio por el MP3 y las computadoras es de una intensidad insólita, furibunda. Quizá si, quizá se quedó afuera, como dijeron que se quedó Dylan cuando apuntó que ya no se hace buena música porque el CD no sirve como soporte y el mejor sonido era el del vinilo, y los discos se graban de forma analógica o no se graban. Esa desorientación de Charly es dolorosa de ver pero profundamente verdadera, y él la canta en “Telepáticamente”: “Cuál es la salida, cuál es la pared/ Dónde está la herida, dónde está el dolor/ Dónde está la guía, dónde está el amor”.

¿Qué no te gusta de las bandas nuevas?

–Nuestro rock era bueno. Vos escuchás a Almendra y no lo podés creer. Acá no saben tocar rock, y lo que se inventó era una cosa que no tiene nada que ver con lo que pasa ahora. Estos pendejos graban en su casa y no corrigen nada, lo dejan así. Y si no, tenés a los chabones. Esas bandas que siguen al público, no al revés. Músicos que escriben para la hinchada. El concepto de artista está demasiado democrático. Para la gente del negocio es más fácil conseguir un pendejo lindo y decirle lo que tiene que hacer. Y tapizar el auto con piel de músico. Nadie tiene ideología interesante; antes lo importante era qué estabas diciendo, o si tenías algo para decir. Tampoco hay técnicos. Nadie te hace los discos, es todo Pro Tool. Pero aunque a mí se me puede ocurrir una idea, necesito alguien que la ejecute. Un técnico no es una cosa menor, un productor es importantísimo. Eso no se hace más.

Hace diez años le decías a Rolling Stone que los discos los hacías casi todos vos. ¿En Kill Gil tocás todo de verdad?

–Sí. Eso tampoco se lo bancan, que toque todo.

Pero, ¿quiénes no se lo bancan?

–Los de EMI, me dicen boludeces de la lista de músicos.

Otra vez Kill Gil, entonces. El gran disco que no puede ser. La postura de la discográfica, no enunciada oficialmente pero reconstruida a partir de varias conversaciones, puede resumirse así: EMI no pretende ser una traba en la carrera de García, pero Charly le debe un disco a la companía. Grabó Kill Gil con dinero de EMI, superó ampliamente el presupuesto disponible, nunca entregó el disco y EMI no quiere lanzar un CD que ya lo tiene todo el que lo quiere, dicen, en forma pirata. Se pensó en hacer un buen packaging con Kill Gil, sumarle bonus, imágenes para un DVD y contrarrestar así la piratería y el hecho de que ya haya circulado, pero Charly no envía el listado de músicos participantes e invitados en cada tema, ni la autoría de ninguna canción, lo que podría significar juicios en puerta para EMI y para el propio García. Así, si no entrega una nueva producción, no volverá a grabar y lanzar oficialmente ningún disco. Si entrega un nuevo disco, cumplirá con el contrato y estará nuevamente libre para negociar su futuro con EMI o cualquier otra discográfica.

Charly dice que a Andrew Loog Oldham le pagó él, de su bolsillo, y que para grabar Kill Gil vendió una casa. Como necesita plata, sigue el camino de las modelos top: no sale de su casa por menos de 20 mil pesos. “Ahora no lo paga nadie –dice–, pero ya los van a pagar.” Su obsesión, a la que dedica horas y horas de regrabaciones y arreglos caseros, es terminar Kill Gil: “Lo que voy a hacer va a dar miedo. Kill Gil va a dar miedo. Quiero que la gente sienta lo que sentía en la época de la dictadura”.
Charly afloja un poco después de lanzar su mensaje admonitorio, ambiguo pero claro en la intención de sacudir. Está radicalizado, y lo sabe. También intuye que la radicalización en estos tiempos hiperadaptados significa soledad. Y está claro que lo intuye porque eso es Kill Gil, el personaje: un radical. Un terrorista, un guerrillero. Otro signo- personaje de los tiempos. Charly cuenta la historia, y como la cambia todo el tiempo, porque la vanguardia es así, ésta es una versión posible. “ Kill Gil nace en Palermo Bagdad. Se va a Estados Unidos y hace lo mismo que hacen todos los guerrilleros para poder lograr su objetivo final: se adapta. Pero no va a poner bombas, no al principio. Acá deja en su lugar a la talibana, que es una mujer velada. Es medio choto eso, pero bueno, ¡es metáfora! ¿Y entonces? Bueno, lo contratan como modelo publicitario. Y un día pasa por un lugar que le despierta sentimientos nobles y cambia. No es más terrorista o guerrillero. Dormía con la mitad de la cama ocupada por una bomba. Pero después resulta que no es una bomba: es un armazón. Entonces empieza a dormir solo. Más tarde, va al médico. Y el profesional que lo ausculta tiene oído absoluto y le dice que es La. Entonces él sabe que las torres gemelas son un diapasón. Para los que no saben: el diapasón vibra en La. Y la talibana se le aparece en sueños. Es una mujer hermosa. Pero nunca se sabe si es real o no. Entonces inventa la remera que dice I Hate New York, se convierte en un acólito de Warhol y decide hacer un disco. El disco tiene canciones para la mamá, para el hijo, para la novia. Si descubren el mensaje críptico que escondió en esas canciones se salvan, y si no, fueron.”

La narración-historia-película que cuenta Kill Gil transcurre en 1984 y tiene varios finales posibles. En uno, el ex terrorista sale con su guitarrita del estudio, fundido a negro, nubes sobre Central Park. Se sabe entonces que no puso la bomba, porque están las Torres Gemelas en pie. Pero hay otro final, tras otro fundido a negro. La cámara va hacia un cine donde se anuncia una película con Bruce Willis en la que Nueva York es atacada por rusos, mosquitos, King Kong, todo junto. El plano se abre y se ve que no es sólo una ficción: la Quinta Avenida está destrozada, y entre los escombros resalta una remera amarilla que dice I Love NY.
En otro final, el ex terrorista se hace millonario vendiendo la remera de I Hate NY. Que sería como la corbata-piano.

Ese final le gusta bastante a Charly. “Tony Bennett llamó para decirme que «Happy & Real» –una preciosa canción de Kill Gil con Charly solo al piano– es el mejor tema que escuchó en años. ¡Ojalá lo grabe!” Lo pone, para que lo escuchemos otra vez. Es en inglés, y dice: “Sometimes I feel happy and I feel blue at the same time”. Triste y feliz al mismo tiempo. “El año pasado, para mí, fue espantoso”, susurra Charly con sinceridad, y en toda su charla flota la ausencia de pares, de músicos con los que compartir: hay una foto de Charly y María Gabriela Epumer en el living donde ella parece ángel guardián pero también, sobre todo, compañera. Pero a Charly no le gusta mostrarse vulnerable. “No quiero nada bajón”, grita, y señala con el dedo el master negro y amarillento de Kill Gil. Y hace un pedido: “Seis cosas hay en la vida: salud, dinero y amor, sexo, droga y rocanrol. El que tenga una de esas que me escriba o que me hable. Por favor. Gracias. Y hasta luego, señorita.”
Por Mariana Enriquez 

Fuente: Rolling Stone

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